Descreído de la ficción.
Desde entonces procuro defender/ las noches en mi
casa,/ los barcos sin bandera,/ los inviernos con sol/ y las dudas que acaban
resolviéndose/ en la última página. (Luis
García Montero)
Vale, me abrazo a lo que de mí recuerdo y empiezo en ese beso junto a
un depósito de agua, todos los demás, que han sido muchos, son ese beso ingenuo
y cálido. Insólito, no recuerdo junto a qué cuerpo desperté por primera vez,
desmemoria o protección de datos, recuerdo, sí, todo el amor de después. Y la
última vez, brillando.
Esto es un patio de vecinos lleno de gritos y el silencio encima,
enmascarándolos, un bosque de mentiras y
simulaciones en lo que nada es lo que parece, detrás de la cortina
está el desierto.
Aun así venimos a esta cita a ciegas esperando encontrar la palabras
que nos rediman, la ilusión que haga brillar nuestros ojos, la esperanza,
el impulso, la mentira, saber de una vez por todas que aquí no es el lugar
donde ocurren las cosas, que el epicentro está, claro, en el yo.
Lanzarnos a vivir, conozco a muchos que dejaron de vivir con veinte
años, que se bajaron de todo temblor hace ya tanto que no se recuerdan. No, la
cuestión es ser feliz. Para eso estamos en esta historia, es mentira lo que nos
dijeron, vivir es ser feliz, cueste lo que cueste. Hay que empaparse cada día,
cada uno de ellos, nunca sabemos si llegará el sábado, si lloverá en agosto, si
esa mano se posará en la nuestra hoy también. No quiero perder el tiempo ahora,
no lo tengo. Antes se decía, sé tú mismo, ahora se dice sé quién quisieras ser
(que al final es tú mismo pero no lo sabemos hasta que lo somos).
Al lío.
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