Esto es un paréntesis hasta que regrese la inspiración.
Quén preservará todos os contornos da conciencia.
Quén ha de revelar o meu nome descoñecido,
o meu impúdico nome que codifica e devora.
Quén pode prescribir tantos equívocos moldes
por encima desta fiestra construída polo corpo.
Quén haberá que incorpore esta razón esta memoria
cara un ciclo impertérrito de tebras e de luz?
Quén ha de revelar o meu nome descoñecido,
o meu impúdico nome que codifica e devora.
Quén pode prescribir tantos equívocos moldes
por encima desta fiestra construída polo corpo.
Quén haberá que incorpore esta razón esta memoria
cara un ciclo impertérrito de tebras e de luz?
En
un lugar de un país, entre el norte y el sur, más allá de cualquier tierra
conocida, apareció un hombre nuevo, otro, parecía, pero no. Venía caminando,
distraído, mirando las nubes, el cielo, las gentes. No se fijó en los hipopótamos
y se lo comieron.
En
otro lugar nació un niño. Le visitaron pastores, tres reyes magos y los pobres jornaleros de la zona. Hasta Herodes quería conocerle. Vivió treinta y tres
años. Le crucificaron. De ahí, los listos que siempre hay montaron una empresa
que lleva más de dos siglos a pleno rendimiento.
Luego
se puso de moda nacer, nacían niños y niñas, en todos los países nacían, la
tierra entera estaba llena de recién nacidos, ya no era original. Crecieron y entonces cambió la moda, lo que
estaba en la onda, lo chic, lo elegante, lo cool era morirse. Y se morían, a
cientos, a miles, por enfermedades, por guerras, desastres varios, suicidios
colectivos, por el mosquito, por ganas, se morían... esto, ¿qué estaba
diciendo? se me ha ido la inspiración, adiós,
he recibido un mensaje urgente y se me ha quedado la mente en blanco y negro.
Ay, no sé cuantos de mis textos absurdos se pueden soportar antes del bostezo.
Quién preservará todos los contornos de la conciencia.
Quién ha de revelar mi nombre desconocido,
mi impúdico nombre que codifica y devora.
Quién puede prescribir tantos equívocos moldes
por encima de este balcón construído por el cuerpo.
Quién habrá que incorpore esta razón esta memoria
para un ciclo impertérrito de tinieblas y de luz?
Quién ha de revelar mi nombre desconocido,
mi impúdico nombre que codifica y devora.
Quién puede prescribir tantos equívocos moldes
por encima de este balcón construído por el cuerpo.
Quién habrá que incorpore esta razón esta memoria
para un ciclo impertérrito de tinieblas y de luz?
Yolanda Castaño (Santiago de Compostela, 1977)
(Del libro Delicia, 1998)
2 comments :
Merecido descanso. Sólo es eso. Por cierto lo absurdo...es injusto. Una caricia de su lector. Se lo merece.
Encarna C, caricia recibida, muchas gracias, sigo.
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