martes, 24 de junio de 2014

Ándele.



Duración.

Mis alas te las dejo. 
Agítalas con fuerza, toma impulso. 
Yo prefiero quedarme entre los hombres,
volver a hundir mis pies en tierra blanda.

Qué si hasta el misterio se derrumba. 
Me puedes encontrar detrás del árbol. 
Quién ha dicho que el tiempo verdadero 
nos tiene que durar más que la vida.

Joaquín Pérez Azaústre.





Se entornó la puerta con un relajante sonido de bisagras y por la rendija ondulante escaparon los poetas. Antes de esta huida solo unos pocos sabían de su existencia. Cuando la televisión lo informó, los de siempre tapiaron la carretera del litoral, por si acaso. Por allí no pasaría esa gente rara con sus labios rojos, con lirios en la pechera y una bandera Richard.

Acababa de entrar el verano y a muchos lugareños les daba miedo tropezarse con algún rimador de oscuros versos al volver de la playa, bien sentados  debajo de una higuera o mordisqueando una tableta de chocolate con almendras o escribiendo para damas enlutadas a la luz de un candil de noctilucas.

Al atardecer entró la niebla y el perdón y eso fue lo peor, los mirlos se enredaban en los alambres de tender las pasiones y las muchachas  nerviosas buscaban a los escritores en miradas que metamorfoseaban lo inexistente con el futuro. No había forma de arreglarse con ellas en lo real, en la ausencia de ternura, en el sexo a deshoras.

Los poetas azules son gente creativa, van y vienen buscando la voz, la carretera al otro lado, generalmente las encuentran a la tercera o la cuarta. Los poetas amarillos se dejan morder por perros de rutina y  pierden experiencias diversas, pañuelos en los autobuses y la virginidad detrás de una tapia de complejos y miedos.

Para septiembre ya nadie recordaba a los fugados. Alguien dijo que vio un reguero sangriento en una acequia, otro que el campo de remolachas se había teñido de augurios y se agostó, otro más acarició con sus manos callosas  el tronco de un cedro y los dedos se le llenaron de ruidos.

Una noche los poetas salieron de un agujero, uniformados y ciertos, numerados y diferentes, les guiaba un ciego. Se agazaparon como ardillas ante la puerta, cerrada, y esperaron. Cuando al separarse las nubes brilló la luna, como en una revelación, supieron de la conexión entre el riesgo y la creatividad y las risas de los otros o su indiferencia, el profundo significado de apostar por algo que no es nada, dejar en un frasco de cristal las horas arrugadas y arriesgarse a que lo de hoy, por ejemplo, no lo entienda ni dios.

Se dispersaron.


3 comments :

India dijo...

Creo que los poetas saben que entender no es todo... aunque se uniformen y numeren, aunque se agazapen y esperen, aunque vean la indiferencia o las risas... Creo que a un poeta, lo creo como opinión personal, no puedo argumentarla, me arrriesgo como ellos a que no me entiendan, creo que a un poeta... se le siente,... y es su magia y su creatividad, hacerse sentir incluso no pararse a pensar en si se entiende, porque la fuerza de la sensación alimenta y enseña...

A mí, leerle esta nnoche, me deja una sensación de estar pasando frío, es como el miedo, cuando el frío se te hace de dentro hacia afuera por la espalda... así...

Se le quiere, Pedro, hacedor de sensaciones... no se disperse, poeta...

India dijo...

Nada. No. Todo. Sí.

Pedro M. Martínez dijo...

India, no puede ser, ha desaparecido. Dígame que es un accidente, algo temporal. No puede ser.

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