miércoles, 18 de junio de 2014

Veinte años y un día (3)


Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños en el último banco
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado

(Lorca)



...Tus cartas brillan y me confunden. Hubiese preferido continuar con la rutina de tu ausencia. No, no, no. Prefiero esta zozobra. Mirarte es un milagro. Oírte es un regalo. Tocarte es la utopía. ¿Cómo entendernos? ¿Por dónde terminar lo que jamás ha empezado? No hay atajos, el camino tiene definidas las paradas, las fuentes, las sombras, el cobijo, el miedo. No puede ser, no puede ser, repetimos, obstinados, juiciosos, conscientes, pero este río subterráneo nos moja y nos deja, helados, perdidos, en el viento de la duda. Sin embargo, también algo nos tortura, nos lacera, un agravio oculto que nos mantiene en guardia, una vieja deuda de no haber sabido, de no haber podido. No soltamos el escudo, con miedo de nosotros mismos. Giramos uno alrededor del otro como dos fieras que temen el mordisco, la herida. Nos tememos.

Te idolatro desde que me he asomado a tu boca, adoro cada curva de tu cuerpo, cada esquina, cada músculo, cada movimiento de tus manos agitando el agua de mi deseo nuevo, constante. Obstinado, me obstino, cómo me gustan tus labios, tu cara, tus nalgas redondas como nimbos blancos. Qué daría por sentir tu cuerpo junto al mío, escuchar tu respirar en las noches sin sueño,  sentir tus temblores de placer. Ensimismado, cómo me gustaría mirarte y verte al trasluz de todos los soles de tu galaxia de gestos. Cómo quisiera regalarte cada día la cesta de frutas que te refresque, la palabra que te alegre, la mirada que te llene de orgullo, el silencio que te envuelva y te haga comprender que sin ti mi vida no es nada, no tiene sentido, náufrago perdido y sin tabla, sin barco, sin orilla a la que regresar.

Más de veinte años y veinte más y veinte y veinte más hasta romper la estadística y la cifra, hasta quebrar la lógica de nuestros egos golpeando como campanas, como leones marinos que chocan y chocan hasta quedar exhaustos, derrumbados, abrazados en un instinto común de no alejarse. Más de veinte años, la eternidad, deseándote en cada roce que no tuvimos, pobre alucinado sometido a tu encanto, amándote como único argumento en el teatro de la vida, sin más motivo de vivir que quererte sin poder quererte ya, por los siglos de los siglos, amén.


5 comments :

India dijo...

Qué crack!De corazón se lo digo... o mejor, de cerebro... o mejor, qué leshes, de las dos cosas, cerebro y corazón.

Espero no colarme, creo recordar que avisó que la haría en tres partes... y así, pues saboreando la totalidad, se alucina con el manejo y la maestría de lo emocional desde la belleza a la vez cruda y a la vez suave y no deja nunca que se le convierta en algo aséptico.
Es un gustazo leerle.

Añado a título personal, que una no es romántica, que tengo mi concepto particular del amor y se me hizo fácil entender a sus personajes... ni princesitas, ni principitos, tampoco víctimas ni verdugos... eso se acerca mucho a mi idea del amor, solo dos seres, dos personas. La complejidad de lo que somos mas la complejidad de lo que nos construimos. Pudiera ser, fititú, que esta historia suya fuera la primera historia de amor que me creo... no siendo se siente que es, no acabando se siente que sí... Los personajes complejos suelen saber convivir, ver lo positivo y aprender de lo negativo, se aceptan porque no se imponen.
Un crack, Pedro... es un lujo aprender de usted.

Mire que ya no me podía ir a la cama sin leer el final! ¿se da cuenta? jeje Mañana tocará seguir tirando los días.

Buenas noches, buen descanso, mejor disfrute y un abrazo!

Pedro M. Martínez dijo...

India, yo qué sé. Escribo estas cosas de historias que me cuentan, que me invento, que vivo. A veces se me mezclan y salen así, sustituyen lo que fue, lo que pudo haber sido o lo que da juego. No lo descartes. Con el tiempo se aprende a tocar, a intentarlo, esa fibra común. Unas gotas de, una pizca de, un aroma de y tenemos un guiso comestible. No, no es así, le quiero quitar mérito. Si estos textos han conseguido de una persona como tú estos comentarios que enmarco y destaco con tinta amarilla (es la que tengo ahora) algo tienen dentro o debajo, escondidos y me alegro, me alegro mucho. Yo también disfruté/sufrí escribiéndolos. Otros me cuestan menos, son más de aliño, este no, este duele, cada línea. En fin, que le voy a contar India,muchas, muchas gracias.

India dijo...

Harry Gruyaert Pinche en su nombre... si le apetece, enlaza a su página portfolio de Magnum, en ella verá qué maravilla la tinta de los colores naturales, el amarillo uno de ellos, en los ojos de según quién y con la sensibilidad de según quién.

Dicen del amarillo, de los amarillos, que son personas que alimentan de manera especial. Normal que usted use esa tinta! Ya lo creo!
Molan las leyendass de los colores. Como los hilos rojos, las personas amarillas, las noches azules... Disfrútese, Pedro!

Abrazo!

India dijo...

¿El tema Hopeless wanderer de Mumford & sons estaba antes?...

A ver si encuentro cómo pasarle imágenes concretas de Gruyaert, las que yo elegiría para enmarcárselas y le pasaría atadas con un hilo rojo.... ah! como se hacían las cosas antes, ¿verdad?


Un abrazo grande, Pedro.

India dijo...

Eden Brent, Jigsaw Heart estaba antes? ay! no se enfade si pregunto así... entro y me sorprenden temas que quizás el azar no enseñó antes... por eso preguntar... no es mi intención estropear la entrada... al contrario... exactamente todo lo contrario... La música entre los personajes de su relato seguro que era importante aunque no se diga, forma parte de esa recreación imaginaria que una hace al leerle... visualizando sus palabras...

Tanto abrazo le va a empalagar, un beso ahora.

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