Historias pequeñas.
Andrés
López Echevarría, edad indeterminada, mirada triste, camina bajo el alfeizar no
se vaya a mojar, se ha parado el sonido y los transeúntes van y vienen, se
cruzan, saludan llevándose la mano al sombrero o a la boina y todo va como debe
ir pero en silencio.
Rosalía
García Alonso baja de un taxi, llora, el taxista le dice seis euros y espera con la mano extendida, las gotas de lluvia
resbalan por el cristal del parabrisas, las lágrimas por el rostro de Rosalía,
es una tarde húmeda y, por lo que se ve, triste.
Andrés
ha estrenado zapatos de agua pero eso a nadie le importa un pimiento, le
aprietan en el juanete.
Rosalía
ha estrenado la rotura de su corazón por tres costados a la vez y a su ex
pareja eso no le preocupa lo más mínimo.
Llueve
como llovía cuando llovía y vista desde un quinto piso la calle es un mosaico
de paraguas negros que van, viene, chocan y se pierden como en una película de
Hitchcock (1).
La
Gran Vía, en la acera de la derecha está Rosalía que aún llora y espera que la luz
del semáforo cambie a verde. En la acera de la izquierda está Andrés, nervioso
porque no llega a una cita con su asesor fiscal.
Verde.
Lo bonito,
lo romántico sería que ahora estas dos personas se encuentren al cruzar la
calle, se miren, se intuyan, se sacudan la pereza de lo desconocido, se inviten
y se tomen un café, una menta poleo, se descubran como dos almas gemelas, se identifiquen
como catequistas frustrados o exploradores de túneles abovedados, se
comprendan, se sientan generosos, sensibles, agudos, hasta graciosos y salgan
de la cafetería agarrados del brazo y riendo como si no hubiera dios, ni
juanetes, ni desamor, buscando un balcón, un lecho, un futuro, una excusa.
Pero no.
Esas
cosas solo ocurren en las películas americanas y Andrés y Rosalía cruzan, ni se
miran, van a lo suyo y lo suyo es nimio y a nadie le importa y esto es lo del
sábado, qué cosas, qué pérdida de tiempo en vez de estar escribiendo poemas o
necrológicas o metonimias que es lo mío/tuyo, cariño.
2 comments :
Pero sí.
Claro que pasan.
¿Qué son todas las historias que cuentas aquí todos, todos, todos los días?
Una pequeña muestra de todas las posibilidades de cada minuto de cada una de nuestras vidas.
Gracias por ello y que tengas un domingo lleno de felices historias.
Magnolio, la historia de esta mañana es que bajo la lluvia lenta y melancólica nos vemos de ventana a ventana y nos hacemos señas como náufragos de barcos varados en playas solitarias y hay una puerta que da paso a fantasías o a realidades y hay un punto en el que uno no sabe si va o si viene. Voy. Gracias a ti, muchos besos.
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