Conducción nocturna.
Estoy sentado al borde de la carretera,
el conductor cambia la rueda.
No me gusta el lugar de donde vengo.
No me gusta el lugar adonde voy.
¿Por qué miro el cambio de rueda
con impaciencia?
el conductor cambia la rueda.
No me gusta el lugar de donde vengo.
No me gusta el lugar adonde voy.
¿Por qué miro el cambio de rueda
con impaciencia?
(Bertolt Brecht)
Conduce el coche entre olores de la noche, rocío y heno, hierba,
bosques intuidos en la oscuridad detrás de las ráfagas de los faros.
Los
paneles azules con nombres desconocidos pasan y no sabe cuánto tiempo falta
para llegar, ni siquiera sabe dónde quiere llegar.
La
radio deja canciones en francés, las tararea sin conocerlas.
A
veces grita.
La carretera
está llena de camiones que marchan uno detrás de otro, como elefantes
melancólicos, les adelanta sin
dificultad, conduce demasiado rápido a pesar que sabe que en esta zona suele
haber controles de velocidad, gendarmes.
A lo
lejos un resplandor sugiere un incendio, una ciudad cercana, un lugar donde
detenerse. No lo hará.
Trata
de equilibrar el viaje entre una búsqueda y una fuga, trata de responsabilizarse
entre las mentiras al dejar su casa y la verdad de allá donde va. O al revés.
Ni
siquiera sabe si ella estará sola, si estará, no contesta al teléfono.
Para en
un área de descanso, sale del coche, todo está en silencio, oscuro, orina sobre
la hierba y se moja los zapatos, torpe, atolondrado, nervioso.
Cabecea,
le entra sueño, en el próximo pueblo parará a tomar un café. Ahora sí.
Esta canción
ya ha sonado, por esta misma carretera ya ha pasado, hay imágenes que se repiten
sin cesar en su cabeza, tiene que determinar si este viaje es una huida, un
regreso, un principio o un final.
El
motor ruge, es un coche potente con un conductor imprudente al que se le
cierran los ojos, casi amanece.
El
resto es otra historia, la de mañana.
Siempre
es incierto, el mañana.
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