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No es este el lugar y lo sabía, no supe encontrar otro, necesitaba la inocencia y los crepúsculos, la mirada detrás de la cortina, la sonrisa apenas vista entre paso y paso de baile, el vals cuando todos se han ido, ablandar entre las manos los nombres desgajados, los nombres en el polvo, aquellos que ya no son. Este no es el sitio que nos llevó a Ribadiso da Baixo, al beso que aún dibujo ensimismado, mordiéndolo para que no se vaya, abrazándome a sus piernas, el beso. ¿Quién habla ahora?
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