Karmelo C. Iribarren
Hay
poetas que escriben
sus poemas
como si fuesen a pasar directamente
a las páginas amarillas
de la eternidad.
En cada verso echan el resto
y, claro, lo poco que les queda
no lo pueden echar en ningún sitio
porque les da una pájara.
La verdad es que apestan a Literatura.
Y que de allí a donde ellos entran
todo dios sale por piernas.
-.-
Cruzar cuatro palabras
en un bar
y percibir al instante
que nada queda
de aquella vieja
historia.
Que somos dos extraños,
nada más.
Dos extraños
a los que la vida puso
en una esquina
el tiempo justo para
engañarse un poco,
gozar también a veces
e incluso prometerse
irrealidades.
Dos extraños que esta
noche se miran
con indiferencia,
o apenas si se miran.
Que tienen prisa,
ganas de despedirse,
de volver a su mundo.
Y que ya ni se molestan
en fingir.
-..-
Después de hacer
balance,
tras considerar
la situación de arriba
abajo,
en frío,
he decidido
no volarme hoy tampoco
la tapa de los sesos.
Nunca se sabe, con la
vida,
me he dicho.
Y además,
qué carajo:
ya que me trata peor que
a un perro,
que se tome ella
la molestia de matarme.
Karmelo C. Iribarren
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