Carta abierta a una mujer cerrada
Te he escrito antes tantas cartas con toda mi alma que la que te envié anoche es una niñería, una pataleta, apenas un juego tonto, un apunte en los márgenes de nada, una travesura ridícula, un harakiri sin anestesia, un quiquiriquí de gallo desplumado y mojado en un gallinero sin gallinas, un brindis a la luna, una chiquillada resentida solo para darte una vez más la razón, tú, la más lista, oh, alabada sea tu alma pura, tus altas miras, tu capacidad para decir no, nunca, y ser consecuente, tu valentía para desgarrarte el corazón con los dientes y dejarlo ahí, en la alambrada que divide, tú ahí y yo aquí, prohibido el paso, no hemos podido ser ni siquiera amigos y además es imposible. Buf.
Te he escrito a borbotones, con rabia.
¿A qué viene esto? –dirás-.
Me callo y tú no hablarás, ya, pon cara de no entender, enfádate, menea la cabeza, si ya lo sabías, tú lo sabes todo.
Sigo frente a tu ventana.
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