Salvador
...y a mí me entró la angustia, se me acabó el tiempo, se me desplomó el mundo, me alcanzó la irrealidad. La vida se convirtió en una farsa inútil. Inconsistente. Hueca, ya no había absoluto, o el único absoluto era la nada. (S. Pániker)
Después de un prolongado tiempo de silencio ayer me llamó por teléfono. Dijo que quiere equilibrar su vida, que quiere dedicarse a lo suyo, a los suyos. Dijo que lo nuestro fue una pasión inútil. Como siempre tiene razón, siempre ha tenido razón.
Y estoy de acuerdo, cierto, fue un absurdo intento de vivir lo que no se puede vivir. Una estúpida y total entrega donde me sentí renacer, ser otra, nueva, diferente, una mujer completa, un espíritu, un sentimiento tan puro, tan en carne viva que me estremecía cada día pensando en él, escuchándole, mirándole, pensándole, mi existencia entera era él, yo no era. Entre sus brazos me convertí en un ángel voluptuoso, en la reina de un país magnífico, una mujer entregada que volaba, puro y luminoso temblor al descubrir la emoción que se extendía como un paisaje interminable, dominio de lo eterno, todo era nuevo, fresco, nada tenía que ver con lo sentido hasta entonces, verle era un manjar, el fruto prohibido, un lecho de orquídeas, un viento cálido que me subía la falda, que me desnudaba ante el río de placer que nos llevaba, juntos, atados en promesas amorosas, en gemidos.
Pero reconozco que soy una estúpida romántica, una ignorante mujer que no sabe nada de nada, me he estancado en la ficción, no quiero admitir mis obligaciones, salir del espejismo, volver a mi realidad, mi trabajo, mi marido, mis hijos. Hace mucho que el tiempo se ha detenido y ya no nos acaricia con sus labios de naranjas, con su voz de guitarras. Asomada al abismo de lo cotidiano el viento negro del aburrimiento se desliza entre mis pechos. Como siempre él tiene razón, fue una absurda e inútil pasión que hay que enterrar para siempre. Debo estar callada pero ¿sabe? creo que para él, en el fondo, sólo fue sexo.
...Todavía no sé si hacemos el amor porque nos amamos o nos amamos porque hacemos el amor... (S. Pániker)
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