Plaza
Ahora no es entonces pero en aquella plaza cabía el mundo aunque no cabían los coches, aunque nadie los tenía, no cabían los viejos paseantes, ni el otoño, sólo su silueta, ni siquiera ella, que no era, nunca fue sino el espejismo, la que nunca, no un deseo, no una idea, algo más hondo, intenso, primigenio, lo que no se entiende pero duele, lo que sujeta el alma y la domina, lo que ilumina la vida y la disturba, la vuelve del revés, que le da sentido, principio, colorea la espera en las esquinas, el ansia, premonición, error, acierto, voluntad clavada a un nombre, el suyo, repetido, soñándola en mil noches, obsesivo, mordiéndome los puños al no verla, rota la lengua cuando no le hablaba, era ayer –recuerdo- y es ahora, curioso tiempo circular que vuelve y somos, ay, amigos, tal vez, nos conocemos, cambiamos confidencias, sin apuro, bella entrega de historias medio ocultas, de pasado, de emociones, sus padres, los míos, otras parejas, amores, el tiempo –otra vez- que va corriendo y nos deja más cerca del otoño que del brotar de flores, más lejos de aquella plaza dónde cabía el mundo y sin embargo no nos abrazamos una tarde que llovía, no buscamos la oscuridad para besarnos, no vimos que esto no es un juego y que la vida –oh, paradoja- estaba escrita desde antes, desde un principio impreciso, remoto, desde siempre. (Joder, que duro es tener memoria)
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