Reflexiones de un viajero que ha viajado poco.
Llevo
un tiempo aquí y compruebo que en mi tierra, en lo mío, ahí, en mi pueblo, cerca
de donde viven ustedes, donde vivía antes de llegar aquí todos somos iguales o
bastante parecidos, los hombres no hablan de sentimientos porque es algo gay,
las mujeres no follan porque es de frescas, total que nos dedicamos a subir al
monte y después a tomar vinos hablando de tonterías para terminar en la cama
solos o peor, con otra para nada o para eso, o misionero gris, soporífero, que
ella piensa que mal folla esté tío que acabe pronto y él piensa que mal folla
está tía ¿seré yo?
Debo
añadir que todos somos blancos, con boina y feos, el que no lleva boina por
fuera la lleva por dentro y el que es guapo lo disimula para que los demás no
crean que es gay, joder, ya te digo, qué fijación con eso, que total no folla
nadie, si es igual con quien no folles. Pues eso, que aquí, en este otro país,
tan grande, el personal es diferente, o
lo parece, que no he hablado con todos, de momento y unos son blancos, otros
negros, amarillos, verdes, con antenas, hay para todos los gustos y, que cosas,
entre tantísima gente, son amables, son muy majos en general, menos Johnny
Brown, mi vecino de al lado, que es un caucasiano hijo de puta que deja la basura en mi puerta
y tiene tres gatos y un chihuahua.
Pues
eso, que estaría horas contando estas cosas de aquí pero tengo que desayunar,
luego una reunión con una artista de lo suyo que pinta tractores y quiere que
le asesore, ya ven, comida rápida en un sitio raro detrás de una cortina roja, a la tarde otra reunión en un hotel, con
Sue, y a la noche cenare en el Taka
Taka, donde Beatriz (me hablaba en inglés hasta que me dijo que era de
Sangüesa) o tomaré una hamburguesa con pan de pita, humm, tonterías, esta es mi
vida en esta ciudad tan grande, otro día les cuento lo de Melissa, vaya
historia.
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