jueves, 16 de noviembre de 2017

Que aproveche




Un día cualquiera, un día más, enseguida viene el fin de semana, el sábado iré, el domingo voy a, suena el teléfono a la noche, algo pasa, mi madre se está muriendo, Pedro, cómo hiciste tú lo del entierro y eso, mis condolencias, mi apoyo, mi disposición para lo que necesite, las conversaciones después de tomar unos vinos, la lengua suelta, las confidencias, los secretos, lo que no se dice, aquí y allí hablamos de lo mismo, en castellano, en inglés, en francés, sentimos lo mismo, queremos lo mismo, gozamos y sufrimos con lo mismo, me han despedido, me llamaron a media mañana y fuera, llevaba quince años, ¿qué hago ahora?, agobio del trabajo, maldición y necesidad, estar alerta, la lucha por las horas en zigzag, cremallera arriba y abajo, el rostro marchitado, su belleza, aún, con surcos bajos los ojos, deshojados, soy feligrés embozado en un descansillo de su escalera, flor y fruto de una adolescencia herida, un tic-tac, la huida, un sobretodo antiguo, de cuadros, me daba vergüenza que me viera, el placer de la ternura, sus manos detenidas en el aire quieto, la marea, un pájaro, el sauce que cortó por las raíces que hacían peligrar los cimientos de su casa, ya sabes, orgasmo es una palabra antigua, y hormonas, cuchillo de su voz diciendo no, sí era la balsa de Medusa y comernos los unos a los otros, el estío reverbera, cuento cuántos, me quedan, no es broma, lo sabes, Mozart, poemas azules en la aurora, un día deslomado, una pregunta inquieta, el zinc del laboratorio aquel, amoroso rumor en las manos de mi madre, un jinete cabalgando la nostalgia, pronúncialo en italiano, un desliz infantil, el oprobio en público, mi impotencia de niño asustado, resentimiento, el suelo de mármol de una iglesia del Trastévere, un guerrero de bronce, un alfil caído, respeto, la poesía tatuada en este gesto de escribir en la penumbra, escondido, este soy, esta es la llave, librería frente a Notre Dame,  habitación de un hotel en Manhattan,   el bisturí sobre su piel  hermosa márcame, soy tuyaque lo sepan, el águila del sexo, las barreras, buscar al ensimismado médico y golpearle, sin motivo aparente, por sorpresa, en mitad de la calle, toma, toma, dos bofetadas y seguir caminando tan tranquilo, baldosa sí, baldosa no,  variedad métrica, ramillete de versos de mi barrio, repertorio de voces, granizo, caverna, crepúsculo, horror, clítoris, niebla en la lengua, palabras para gustarlas, para chuparlas, para saberlas, el juez en el follaje, la dádiva de su cuerpo enjuto, sometido, haz de mí lo que quieras, ardíamos, desde sus caderas esquivas a mi torso de nadador reciclado, nos quitamos la ropa y fuimos uno, dos, tres, envejecimos amándonos como fieras, mordiéndonos las ganas, los muslos, aureola de mis poemas ocultos detrás de libros de Jung, los santos inocentes repartiendo zapatos a los cojos, este sí, este no, me sobran dos de pie izquierdo, entre algodones la señal de su tragedia o el aplauso, Lucifer entrando en el mar, cronología de nada, hoy, que aproveche.    

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