Paul Dakeyo
Souburuchi Uwaifickium es camerunés, está sentado a la sombra de una casa baja de adobe, cerca de la pequeña parroquia católica en Gao, le faltan las fuerzas. Radi le ha dicho que el padre Anselmo ayuda a los que están como él, espera que se apiade y le proporcione agua y algo para comer.
Vino aquí después de fracasar su primer intento de llegar a Europa. Todo iba bien hasta que en Argelia unos pasantes le dieron una paliza y le robaron el poco dinero que llevaba. Al verle vagabundear, los milicianos le expulsaron a Malí.
Cree que si logra llegar a Niamey, en Níger, le será más fácil buscar allí un camión para atravesar el desierto de Teneré y llegar a Libia, después Túnez y en barco cruzar a Lampedusa, en Italia.
Sabe que lo logrará, jamás regresará a su pueblo derrotado.
Y descompongo las palabras de mi cólera
Para desprostituir la lengua
Compréndeme no tengo alternativa
Era necesario lo sé que yo fuera el signo
Y el hombre palabra
Palabra de la tierra, de mi tierra hipotecada
y desapropiada
Los niños han crecido y construyo el verano alrededor
de ellos
Como un monumento al día
Golpeo tu puerta
Rebelde y libre
Como si sintieras el despertar de la tierra en tí
vertida en tus venas
Volcán en el horizonte de nuestra espera
Como si la tierra fuera hierbas y ríos
Árboles y aldeas de infancia
Rutas y senderos
Todo se acomoda finalmente a la calma serena de nuestras
soledades
Vuelvo a encontrar el sol y al país claro
Vuelvo a encontrar mi tierra en el eco de las estaciones
Pero qué me importa el tiempo
Dame la mano
Amo el silencio para elevar el canto
Pero acaso tú eres la fuente herida
Conozco la gran fisura revelada por los siglos
El tiempo es largo
Y el destino de mi tierra no la puede detener
Paul Dakeyo (Camerún, 1948)
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