Parker y la realidad.
Fue para Cris
(que no recuerdo quién era).
El escenario podría ser New York. O no. Un
día, en el museo Guggenheim, Parker acude a la cita con una bella mujer. Se
encuentran, se reconocen, se miran, se hablan, educados, correctos, como
nuevos/viejos amigos. Deciden pasar al parque cercano (¿Central Park?)
Allí se produce un efecto curioso, están
sentados tomando un café y alrededor el mundo se ha parado. El sol anima la
escena pero todas las personas están inmóviles. Los dos van dejando sobre la
mesa voces, risas, señales de entendimiento, complicidad, confidencias y planos
con apuntes de otros caminos sin explorar. Las obligaciones están plegadas en
un bolsillo, el reloj está debajo de un zapato, pero está. Suenan las campanas
de una iglesia cercana y vuelve el movimiento, los niños juegan, el camarero hace
equilibrios con una bandeja, una señora de pelo blanco discute con un anciano
con gorra roja que le mira con gesto aburrido, pasan gorriones perseguidos por
estúpidas palomas y Parker y la bella mujer se despiden asombrados,
ilusionados, admirados porque aún se produzcan milagros. Trenes, barcos y
aviones, distancia. Fundido en negro.
2 comments :
La primavera está en nuestros corazones y Parker debe saberlo, aunque se haga el sueco. Como también debe saber que los tiros nos sorprenden cuando menos lo esperamos.
Besos y besos
virgi, hay que tener mucho cuidado con las primaveras, te florecen en otoño y se te llenan los jardines de rododendros y jacarandás, de colibríes y leopardos que lo mismo te comen el corazón en un arrebato. Lo peor es que no se puede reclamar, que están las ventanillas llenas, que los tiros siempre le dan al amigo del protagonista, que bien está lo que bien acaba y lo interesante, también, está en los comienzos. Besos bajo la parra.
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