lunes, 12 de septiembre de 2016

Parker y la intuición.



Parker intuye que el uso desmedido de palabras las desgasta, resta su sentido, las deja temblando en el frío de no tener repuesto, medios, diccionario, gesto, ojos, sensibilidad. Puede decirlo ahora que no hay nada que decir. Solo llorar. Podría, claro que sí, por supuesto, mirar para otro lado, ponerse un gorro con cascabeles y fingir. No quiere. La realidad ha explotado y minimiza cualquier intento de imaginación. Y es dura, terrible, una trágica realidad, un horror. La muerte enemiga ha pasado a su lado y le ha dejado atónito, desarmado, mudo, roto, indefenso. Hará lo que deba hacer y cuando los días pasen volverá la voz. Pero nada será igual. Ni siquiera se lamenta, no tiene fuerzas para lamentarse. Ser de los últimos es un pesado privilegio.

Mire usted, dele la mano, se lo agradecerá. 

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