Parker en el Mont Blanc.
Un caballo ciego pasta en el prado, las campanas están mudas, hay un resplandor de ciudades cercanas, hay perfiles que juegan en el aire y desaparecen, hay miedo en el arrabal.
Es así, Parker recibe una pluma Mont Blanc como reconocimiento a su fidelidad y de inmediato se abre la puerta del infierno, comienzan a salir diablos de colores y la vida se llena de plantas carnívoras, dolor, ceremonias con sacerdotes pasados de moda, liturgias tan repetidas que se desconecta, quita el sonido y los labios del cura se mueven en un aire quieto y denso, aburrimiento del castigo eterno, suplicios al borde de…alto, que paren las máquinas, lo que ha ocurrido es un atentado a la lógica, a lo que es, tan difícil de comprender, de aceptar, tan fuera de la razón, en la pared, junto a los otros ¿fue ese? no, era más alto, hijos y nietos, sin paráfrasis no hay manera de entender esta confusión, la locura.
Una música de humo, pasos, golondrinas, el pasado como un árbol seco, llegan con antorchas los recuerdos. Por el cielo corre la cortina de la noche, Parker se apresura, cruza el puente, sin detenerse toma su vida al pasar y sigue.
-Mañana lo pensaré, mañana- decide.
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