Parker y el regreso.
Después de una noche con agujeros, esa mañana le cuesta más meterse en la piel de Parker. Sobre todo en la zona de los talones y los codos, no se ajusta bien, quedan unos pliegues incómodos. Pero no importa, no importa, no le importa, no es algo a lo que haya optado, es así, incluye lo de la cara, el rostro, la faz, esa mirada que se burla de él. ¿Quién es de los dos?
Anoche
soñó que amaba a Marie. Yacían sobre una cama en la habitación de un
rascacielos con paredes de cristal, sin cortinas, el sol les inundaba. Gozoso
se asoma a la ventana, desde un edificio cercano dos mujeres filman sus
movimientos ondulares. A pesar de sus imprecaciones, de los gritos, riendo,
siguen enfocándoles con cámaras de lentes gigantes. Baja a la calle y
desaparecen el rascacielos, las mujeres y Marie. Aún no ha amanecido, sigue
soñando.
Desde
que eSe ya no vive aquí la interpretación de los sueños se ha convertido en un
azar, un lenguaje encriptado con sus propias fronteras, aduanas y aduaneros,
algo difícil de entender, una bandera, un ejército al que alistarse, la guerra.
¿Qué significa el rugido del viento en la chimenea? ¿Quién era la mujer que
suspiraba a su lado? ¿Quién es él? Se imagina distinto, especial, es oscuro,
feliz, una perla en el fondo de un océano en el que todo está pintado, un
decorado, efectos especiales pero ¿dónde está la realidad?, ¿en qué momento de
la vida empieza la resignación?
Los
sueños son lo que no es.
Marie
es a partir de los párpados.
Él
mismo es cuando deja de ser.
Así
no hay quién pueda y Parker se pierde de nuevo en la noche agujereada.
Setecientos ojos, incluidos los de los tuertos, le contemplan.
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