Dulce Marie
Tomo
el pulso de este otoño de hojas y ceniza, de árboles muertos y la lluvia,
inclemente, azotando los amores rotos, rompiendo la imagen de sueños
imposibles, incumplidos, derribándose como un castillo endeble, suena el viento
en el bosque de aun septiembre, lo llena de remordimientos agrios, busco el sol en
la noche, lo imposible, dioses inquietantes agitando un mundo inseguro, hostil,
desde que aprobé el cursillo de genuflexión me duelen los riñones, me duele el
alma desde que sé que la tengo, aspiro la fragancia del deseo, una voz
inaudible me inquieta, no la entiendo, afilo las orejas y un siseo me vuelve a
lo de ahora.
Dulce
Marie, no me quisiste nunca, te gustaba, quizás, lo desenvuelto de mis besos,
que te cantaba al oído, que te enseñé a jugar al ajedrez, el jaque mate, me
enseñaste el cartel de los Beatles de tu cuarto, con naturalidad, llegó tu
padre y no pasaba nada, era imposible, bailábamos y esa era la máxima cercanía.
Con
todos mis respetos, sentado en el mantel de nuestro ahora maldigo la virginidad
que defendías. Cuanto amor perdido, cuanto tiempo derrocado.
Dice la monja que mañana no podremos pasear por el jardín, que está todo encharcado.
Dice la monja que mañana no podremos pasear por el jardín, que está todo encharcado.
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