Mirilla.
Miro por la mirilla y llueve. Una ciudad bajo la lluvia es media ciudad. El final del domingo es una atracción de feria que se cierra con toldos anaranjados, los caballos de cartón se duermen en grandes cajas acolchadas, los pingüinos palmotean y alborotan, desvelados, presintiendo la nieve que caerá aquí. Ocurre que aquí no es ahí y determinar el punto geográfico exacto del aquí es complicado, sobre todo si miramos con el catalejo al revés, si los caminos sirven para ir y venir, si aprendemos cada día cuatro palabras, o palabras con cuatro letras, o una letra, la Q.
Miro por la mirilla y llueve. Una ciudad con lluvia es medio mágica. Quizás por eso los señores tienen cara de pez, de aburridos en sus peceras individuales, burbujean con un ojo rojo que mira sin ver, redondo, volatinero, no pueden guiñar y jugar al mus, avisar de la llegada de lobos negros, de la circulación interrumpida en los caminos ribereños, de las nutrias recolectoras de limosnas para aquellos chinitos del tepanyaki (son japoneses, tío), están limitados estos pobres ciudadanos peces.
Miro por la mirilla y llueve. Saco una mano por la ventana y se me mojan los dedos, como a un escalador del Amboto, como a un expendedor de tabaco o preservativos. Con la izquierda no hay quién escriba y lo intento con los dedos de los pies. Es inútil. Será otro día. Decir agur es decir hola.
1 comments :
Me gusta tu manera de contar, transformar y embellecer la realidad. La coloreas a tu antojo permitiendo que nuestra imaginación recree las escenas a través de la mirada de tu sensibilidad. Así da gusto cotillear por la (tu) mirilla (guiño).
Me encanta la fotografía que distorsiona la realidad y, sin embargo, no altera su contenido.
Qué enriquecedor es alimentarse con miradas ajenas como las vuestras. Fantasía;ARTE.
Un dueto de lujo; especialmente hoy.
Besets!
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