XXIII
Repito que no es este
el sitio, aunque esté lleno de estorninos que dibujan nubes negras, de estatuas
de sal y premoniciones, de viento silbando por los corredores desiertos de un
edificio sin alma, sin una silla donde se pueda sentar la ausente, el fantasma de un tiempo enterrado, tú. Me ato los pulgares para no
escribir lo que quiero escribir, para decir solo esto, nada, palabras que llenen
el día deshabitado, el entretanto, palabras perdidas en el aire de nadie, sin labios que
las acaricien, palabras que se quedan en la grietas de la prisa, en la
impunidad del que lee y no lee. Detrás de la puerta hay un libertador con una
espada afilada, apenas puede disimular la sonrisa de opresor en ciernes. Temo
su mirada.
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