Tu voz (take two)
Tu voz me mata,
me desarma, me inmoviliza, me abraza, un ratón entre las garras del búho, me
seduce, me hipnotiza, pobre ardilla ante los ojos de una serpiente, me rompe,
atado a cuatro carros de mulas, abona las flores de mi esperanza, me excita,
tanto; trae tus caderas a mis ávidos brazos, me hace soñar, me acaricia, me
disturba, me gusta, me gusta tanto, abre mis ventanas de par en par, se cuelan
por ellas el sol y las dos lunas de Marte, me hiere dulcemente la afilada daga
de tu voz, me golpea con manos de seda, me agita, una a una caen gotas de agua
caliente sobre mi frente, se desbordan ríos gélidos por el cuerpo; como dicen
que ocurre el segundo antes de morir, pasan por mi cabeza cada una de las veces
que nos hemos amado; se desbocan los potros de mi deseo, se pierden cabalgando
por fértiles campos de alta hierba; se abre la puerta de la imaginación y
escapan todos los pájaros amaestrados, los que me cantan por las mañanas, los
que alegran mis noches, el gavilán de tu prudencia se los come, en el aire, sin
tiempo para posarse; mi caballo de lujuria se encabrita y piafa, babea y
emblanquece sus belfos, el elefante asiático de tu realismo tapona la calle y
no tengo hueco por donde pasar, ni lugar donde hacer cabriolas; me lleno de ay,
como un cantaor flamenco, me vuelvo Camarón, suenan guitarras en mis oídos, yo
soy una guitarra que tañes con esa voz hoy tan musical, como un aria desde el
balcón de Julieta, no tomes el veneno, como un canto de bellas sirenas posadas
en la roca de tu habitación que tan bien conocía; tu voz evocando los años
pasados, tu voz lejana, cruel, de aristas, voz de modelo de Versace; tu cuerpo
desnudo ondulando sobre aquella cama, precisamente sobre aquella; voz de ángel
exterminador, voz de rencores y reproches -no me llevaste, no me diste, no
quisiste, no pudiste, no fuiste capaz, no, tú no, pobrecito mío-; voz de reina
de oriente y occidente, voz que me ata y remata, que me empareda, que me llena
de gatos negros, de tarántulas, de ecos de mundos olvidados, de noches
recordadas, de días arriba y abajo junto a la casa nueva esperando tu llamada,
de caminar por la cuerda floja de mi cordura, de mis más luminosos días, de los
más sombríos, de mi éxtasis, de sentirme pequeño entre tus brazos, de sentirme
gigante contigo entre los míos, de ser capaz de saltar desde la más alta torre
sabiendo que extenderías tus alas para amortiguar mi caída, aviadora de mediana
edad que atravesaste mis océanos, mis desiertos, geóloga que entraste a mis
cuevas más recónditas, a las más profundas, que me llevaste de la mano a
lugares de mi interior que desconocía, de los que jamás había hablado a nadie,
ni siquiera a mi mismo; tu voz es como un suspiro de los dioses, una uña
subiendo por mi espalda, un hálito de la eternidad, abrir la caja de los
truenos, como la lluvia del sur que arrastra todo en torrenteras, como ese
hielo en la carretera, patinan mis carruajes, chocan contra los taludes, mueren
los conductores; tu voz me deja en la jaula y tira la llave al fondo del lago
donde aparece, trémula, la airada señora de la venganza; tu voz me llena de
moratones, de estigmas, de huecos en los muslos, de telegramas, de pensamientos
blancos, de nubes de tormentas sobre el Abra, de pensar y pensar en ti cuando
corro y te veo vestida de azul y sonrisas, olvido que tu puerta está llena de
cerrojos. Tu voz de hoy, la de hace un rato, es la primavera que no llega, el
frío de ayer junto al molino, mis jadeos cuando subía la cuesta, mi impotencia
de rodillas frente a ti, dos veces, mis lágrimas, mi depresión, mis gritos bajo
el puente cuando pasa el tren, mis quejas al cielo aunque están comunicando, mi
lastimera queja que yo no, que nunca antes, orgulloso como un hidalgo, como un
samurai, como un hombre pobre que no extiende la mano aunque se muera de
hambre, como el que fue rico y duerme en los soportales, sobre cartones, sobre
el colchón de recordarte sin remedio, irremediablemente atado como el mono que
baila al son de un organillo melancólico que maneja un músico cruel, tú misma
con barba y sombrero, tu voz me arrastra sobre brasas encendidas, me pone una
capucha negra, me quema los ojos como a Strogoff, me da cinco tiros en el
pecho, me ametralla, me envenena, tu voz envenena mi delirio, ay ¿qué me ha
dado amarte? ¿qué me ocurre desde que te has ido? ¿qué embrujo es este? ¿qué va
a ser de mi? sin ti.
Tu
voz.
1 comments :
Si te leyera (esa voz) te rondaba esta misma noche con una ranchera.
Qué bárbaro lo tuyo, muchacho.
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