jueves, 16 de julio de 2015

Lecciones de anatomía (3).


En aquel entonces también aprendí que desde mediados del siglo XV en la custodia de asiento se adoptó la forma de torrecilla o templete ojival, sostenido por una base artística quedando en medio una lúnula o viril de plata u oro para colocar en él visiblemente la hostia. Jamás lo hubiera imaginado, esa utilización del “viril” en una custodia me llenó de confusión. Uno era (es) bruto, nada inclinado a piezas y ornamentos religiosos, pero especialmente propenso a eso de la virilidad. Por eso, aquella noche, para compensar, la amé repetidamente. Ella no consentía su propio goce, desnuda pero mística me susurraba -Cioran decía que “el orgasmo es un paroxismo; la desesperación, otro. El primero dura un instante; el segundo una vida”-. Ni con esas perdía mi excitación, tanto la deseaba, seguía a lo mío/nuestro, el estudio de nuestra propia anatomía, erre que erre, coito tras coito, ensimismado, entregado, obnubilado, exagerado. Ella era una cursi, vale,  pero estaba de toma pan y moja y allí mojando pasaba las noches que cuando me pongo…  


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