Manzanas
En
el sonido de la campana del monasterio de Gion resuena la caducidad de todas
las cosas. Como el sueño de una noche de primavera, así de fugaz es el poder
del orgulloso. Como el polvo que dispersa el viento, así los fuertes
desaparecen de la faz de la tierra. (Heike Monogatari)
Hubo
un tiempo, recuerdo, en el que daba vueltas al árbol de los días.
Todo
era fácil, alegre, relucían las mañanas, corría por ellas como un Mercurio
ciego.
Me comía la vida a bocados, como si fueses una manzana roja, olorosa, dulce.
Luego la manzana se endureció y hube de quitarle la piel, cortarla en pequeños pedazos, morderlos con cuidado, masticarlos repetidamente y soportar las malas digestiones.
Me comía la vida a bocados, como si fueses una manzana roja, olorosa, dulce.
Luego la manzana se endureció y hube de quitarle la piel, cortarla en pequeños pedazos, morderlos con cuidado, masticarlos repetidamente y soportar las malas digestiones.
Un día cambiaron los papeles, me volví manzana, colgado de una rama, expuesto a los vientos, al frío, a la lluvia, soportando los picos de los pájaros.
Aun así la vida iba de otoño a primavera y todo era como debía ser, llovía de arriba abajo, la nieve era negra y los tigres se comían a los fotógrafos audaces.
Hoy me he despertado en medio de nada, un mundo sin eco donde todo es blanco o negro, no importa, todo no es, no hay manzanas.
Hablo,
grito, doy vueltas sin sentido, no hay nadie, tampoco yo estoy.
Dado. Le Boucher of Saint-Nicolas, I Boukoko, Boukoko II, At the City of Saint-Denis. 1974-1976.
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