martes, 17 de junio de 2014

Veinte años y un día (2)

Eres lo que está dentro de mí y está lejano.
Huyendo como un coro de nieblas perseguidas.
Junto a mí, pero dónde? Lejos,
lo que está lejos. Y lo que estando lejos bajo mis pies camina.
El eco de la voz más allá del silencio.
Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas.

(Pablo Neruda)



...Así han pasado más de veinte años de silencio, submarinos, en otra dimensión. Con el mismo milagro estremecido latiéndonos oculto en la vena de los días, como fiestas acuáticas, como aves que no migran, como rayos de acero y de wolframio.

Qué horizonte más corto nos alberga: tú y yo. Sin embargo qué desmesura de universo entretejido entre ese nosotros de besos no dados, encadenados a la tristeza de tanta ternura derramada, perdida, encerrados en la tragedia de transitar enamorados y ausentes, deshabitados uno del otro, sin retorno, como un río de musgo, de sollozos, de peces sin sonrisas. Solos, lejanos, desconocidos, sin resquicios, como una torrentera de relojes averiados, brotándonos dulzura y muérdago en cada orquesta que ameniza esta película que hemos visto mil veces y que nunca acaba bien.

A estas alturas, no sé qué milagro, qué azar, artimaña, fatalidad o destino ha enfrentado, por fin y sin remedio, el hambre de sabernos, de imaginarnos, de substanciarnos. Eras la cariátide que sostenía mi niñez perdida, tan lejana, pero hoy eres otra. Y qué imprevisible eres, qué distinta, qué llena de caracolas, de escarabajos, de clavicémbalos y trompetas. Con esa música de Händel a lo lejos como una llamada, como un desafío, a lo lejos,  cómo la odio, cuanto la envidio. Qué habitada estás de todos los cielos sin tormenta, de todos los bosques con hadas melancólicas y brujas airadas, de todas las tardes como campos mojados por la lluvia, de todas las noches perdidas en mares de arena, congrios y cormoranes. Qué magnánima eres, qué generosa, qué llena de todas las luces y colores. Sin saberlo tienes toda la sabiduría, sabiéndolo ignoras lo que olvidamos en tantos años separados, en tanto aliento no compartido, en suspiros y saliva y amor golpeando en los cristales como un pájaro perdido entre la niebla que no logramos disipar con caricias al aire. ¿Queda algo en ti de aquella dulce niña?...

(sigue)

4 comments :

India dijo...

¿Cómo se nombra eso que te agarra en la garganta y a la vez en el estómago y no tiene manos ni forma ni volumen ni nada pero pesa y aplasta?

Cierto es que, se llame como se llame, no queda otra que aplaudir el que lo transmita a base de palabras... ya ve, encadena letras, las coloca así y cling!, se hizo algo más que palabras.

Buenas noches, Pedro.

India dijo...

El abrazo, ay... faltó el abrazo!... a ver si atino con el tembleque...

Un abrazo, Pedro.

Pedro M. Martínez dijo...

Eres muy generosa, India, estos textos son apasionados pero humildes, bienintencionados pero les falta. En cualquier caso me meto en ese abrazo y te agradezco tanto.

India dijo...

Qué va, Pedro... no es solo que encadene palabras, además es el tempo que cuida...

Creo que se llama angustia... lo que pesa y aplasta, creo que se lama angustia... eso se respira en la tinta invisible, en el tempo que envuelve las palabras que encadena... la atmósfera que va preparando... angustia. No le falta arte, Pedro. No creo que le falte a usted de nada.

Bué! a ver qué pasó con estos dos apasionados que nos relata! emocionante...

Y buenos días, y le sea bonito y un abrazo!

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