lunes, 24 de febrero de 2014

La mujer que amo (1).


Bajar hasta el plano donde se escribe poesía, encontrar un punto donde el pensamiento habla y se empuja a escribir lo imposible de olvidar. Soñar con los ojos abiertos y el corazón en tu puño que sostiene el lápiz que garabatea mudo y a trompicones las verdades ocultas que se niegan a callar y a relatar lo que sin saber se sabe y lo que sin decir se dice. (Ainize Txopitea)




La mujer que amo me ama pero no me ama. 

Esa mujer a la que tanto amo se busca con un candil en un bosque tenebroso y las sombras no le asustan y ese árbol es un árbol, nada más, y ese árbol es el cielo, nada menos. El candil, ella, sus hermanas que le besan, el camino que da vueltas en el llano, mirar hacia atrás, Lot, espinas, la esperanza, sus hijos en la ventana, una flor roja en su cabeza. 


La mujer a la que amo está sujeta a la proa de un barco que cabecea entre las altas olas de la tormenta del norte y el viento está lleno de voces que cantan desde lejos, voces de damas enlutadas, voces de arena negra, voces. Hay una llama que se mueve entre sus músculos doloridos, fuego que quema los recuerdos que salpican su tejado y llenan las hendiduras de un silencio verde y espeso. 


Soy un espectador herido, debo decirle mi poema aunque no tenga sentido, aunque no sepa ¿qué sé yo de pájaros melancólicos, qué del incendio que quema su soledad?...






Para Claudio Magris, la derrota de los totalitarismos políticos no excluye la posible victoria de “un totalitarismo blando y coloidal”, aquel que tiende a procurar (como dice Giorgio Negrelli) que el pueblo “crea querer lo que los gobernantes consideran en cada momento más oportuno”. Los totalitarismos no creen más en ideologías fuertes; han cambiado la estrategia, y lo que buscan ahora es llevar adelante “gelatinosas ideologías débiles promovidas por el poder de las comunicaciones”. Por un lado, entonces, abominan de las diversas formas de la defensa histórica, porque ésta es esencial para que el hombre no sea borrado del mundo; y, por el otro, confunden la fachada de la realidad con toda la realidad y, por ello, “tachan de ingenuos o utopistas a quienes piensan que se puede cambiar el mundo”.




2 comments :

Magnolio dijo...



De los que se quedan grabados.

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio, un gran elogio, muchas gracias.

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