miércoles, 5 de febrero de 2014

Lisboa al fondo y un reloj estropeado.

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Fernando Pessoa



Acercaros amigos míos, que sí, que todo esto está muy bien, las redes sociales, los amigos virtuales, el amor virtuoso, las confidencias en mensajes que sí que no, todo eso es perfecto, claro, te veo pero no te veo,  te leo a veces y me gusta y me asusta y qué demonios dirá esta gente, señor, que lo mío es la gastronomía, la mía, el canibalismo, comerme a mí mismo, irme y volver, me voy, cariños, a Lisboa, que me quiero llenar de fados y calles, de vino verde y comidas ricas, aquí al lado, más o menos, la última vez me pilló aquello de las cenizas de un volcán islandés y casi termino en Tokio, en un aeropuerto perdido, con pensamientos oscuros incrustados en la parte posterior del cerebro, sumido y consumido en lo que era, ahora ya no soy con lo que todo es más fácil, no ser es la antesala de quizás o de nada, ahí estamos, a Lisboa voy, ligerito, caminando, volveré, no me olviden, o sí, ustedes mismos, mientras regreso beso sus manos como se besaban ayer los pies de vírgenes de la piedad mientras una señora limpiaba cada beso con pañuelos blancos y los fieles oraban al fondo de iglesias oscuras, con dioses que mandaban plagas de sangre y llovían escorpiones, era un problema ser creyente, era un sin vivir, no se podía pecar, ni nada, que todo estaba mal visto, penado, que nos escondíamos en cuevas para lo del coito y esta vez, agnóstico perdido me voy a Lisboa que se me vuela el avión y sumsumsumsum al final…

Al final.     

Recuerdo una mujer que amé y se quitaba mis besos de sus labios. Una siesa.

Recuerdo un sacerdote que se transfiguraba y luego se casó y se salió. Un salido.

Recuerdo Lisboa y un hotel con señoritas de todos los colores sentadas en la recepción. Coloridas pero aburridas.

Recuerdo un barman que preparaba unos magníficos combinados con ginebra y vermut mientras maldecía a Madrid. Hay gente para todo.

Recuerdo un coche verde cruzando el Alentejo. Hace tanto.

Recuerdo aquella mujer a la que tanto amé. Me saltan los suspiros por la cara.

Clic. Off.

No recuerdo nada.

Bisbisbisbis.


Hasta la vuelta.  




Empiezo a conocerme. No existo.
Soy el intervalo entre lo que deseo ser y los demás me hicieron,
o la mitad de ese intervalo, porque además hay vida...
Soy esto, en fin...
Apaga la luz, cierra la puerta y deja de hacer ruido de 
          zapatillas en el pasillo.
Quede solo yo en el cuarto con el gran sosiego de mí mismo.
Es un universo barato.

Fernando Pessoa


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