martes, 30 de julio de 2013

Cuentista.

No me gustan los niños, nada.
Me gustan sus madres, algunas. 
No me gusta nada este niño, el hijo de mi hermano mayor y de Sandra.  
Me gusta Sandra.

Mi hermano es un alto ejecutivo, un prepotente, un chulo que cree poder comprar mi tiempo con cincuenta putos euros solo porque estoy en el paro. 
Quédate esta noche con el niño que tenemos cena y así te ganas la vida, vago. Ah y no bebas, no des mal ejemplo al sobrino.  Volveremos a la una, más o menos. No fumes en casa.

Si por lo menos este llorón jugara a la Play, pero sólo sabe llamar a su madre y dar la vara.
Las nueve y treinta y uno pm, lo que me queda.
Me aburro.

Ven, ¿que quieres?
Anda, no llores, te cuento un cuento.
Siéntate aquí.

(¿Que le cuento a este crío?)

Verás, érase una vez un caballero con una armadura del color del oro. Era muy fuerte y todos los dragones de la comarca estaban atemorizados del poder de su espada y su lanza. En el reino era invencible, hasta el mismo rey se sentía atemorizado en su presencia.  Era orgulloso, extrovertido, humilde, humano, excéntrico, panteísta, toxicómano, sinvergüenza, psicodélico,  bastante fiestero, estraperlista, rockero y un poco ornitólogo, dos cursos y el tercero sin acabar.

(Ya no llora)

Este caballero salía cada noche en busca de guerreros contra los que pelear y torneos y justas con princesas asomadas al pretil de calles con humo y automóviles ardiendo y torvos delincuentes y mujeres masticando frustraciones  y miedo, perros ladrando en los caseríos y déjame que te cuente, limeña.

(Se esta durmiendo)

Una vez, hace un siglo más o menos el caballero encontró a una bella dama, rubia y aficionada a la cerveza, a las confidencias a la luz de la luna y su galán la había dejado delante del escaparate de una tienda de electrodomésticos y se consolaron mutuamente y aquella noche mágica y su cuerpo con pecas en la espalda y lobos que aullaban en un bosque cercano y gigantes presentidos que daban miedo y...

(Ya se ha dormido)

El caballero no volvió a ver a aquella bella dama, rubia y melancólica y los días pasaron con castillos vacíos y gatos reptando por el borde de tejados con nieve y soledad y sueños imposibles y tanto dolor solo por una absurda noche que seguro que ella no recordaba hasta que un día, aciago, pintado de negro y ya nunca, la dama apareció al lado del hermano del caballero y resulta que los dos habían sido felices y comido perdices y luego se casaron y tuvieron un hijo y no me gustan los cuentos y no me gustan los niños.










8 comments :

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Joder pero pobre niño. ¿Cómo va a saber lo que significa
extrovertido, panteísta, toxicómano, estraperlista, ornitólogo, justas, pretil...? Es que pa entender el cuento había que estar en segundo de carrera.

Vamos que me ha puesto de mala leche.

Pedro M. Martínez dijo...

Sensible, esa pretende ser la gracia

cristal00k dijo...

Es que de las rubias, no puede uno fiarse ni un pelo! Y además, acostumbran a ser tontas :)
Felices días, Peter!

Pedro M. Martínez dijo...

Conozco una rubia que es lista y guapa. Digo conozco y digo esperanza. Digo guapa y digo ay. No digo nada y sigo soñando.

Anónimo dijo...

Eso de limeña...podéis decirme de que coño sale.? Por lo demás, la próxima échale un cuente filo más colorado o sensual para ldarte una oreja, ole. RJ

Pedro M. Martínez dijo...

Chabuca Granda María Isabel Granda y Larco (Abancay, Perú, 3 de septiembre de 1920 - Miami, Estados Unidos, 8 de marzo de 1983), más conocida como Chabuca Granda, fue una cantautora y folclorista peruana. Creó e interpretó un gran número de valses criollos y ritmos afroperuanos. Su tema más conocido en el mundo es La flor de la canela, seguido por José Antonio, El Puente de los suspiros y Fina estampa.

Pedro M. Martínez dijo...

La flor de la canela

(Chabuca Granda)
Déjame que te cuente limeña,
déjame que te diga la gloria
del ensueño que evoca la memoria
del viejo puente, del río y la alameda.

Déjame que te cuente limeña,
ahora que aún perdura el recuerdo,
ahora que aún se mece en un sueño
el viejo puente del río y la alameda.

Jazmines en el pelo
y rosas en la cara,
airosa caminaba
la flor de la canela.
Derramaba lisura
y a su paso dejaba
aromas de mixtura
que en su pecho llevaba.

Del puente a la alameda
menudo pie la lleva
por la vereda que se estremece
al ritmo de sus caderas,
recogía la risa
de la brisa del río,
y al viento la lanzaba
del puente a la alameda.

Déjame que te cuente limeña,
déjame que te diga, morena mi pensamiento,
a ver si así despiertas del sueño,
del sueño que engalana, morena, tu sentimiento.

Aspiraré la mixtura que da la flor de canela
adornada con jazmines, matizando tu hermosura.
Alfombra de nuevo el puente y engalana la alameda
que el río acompasará tu paso por la vereda.

Y recuerda que…
(1950)

Pedro M. Martínez dijo...

RJ, de ahí sale ese "déjame que te cuente, limeña". Disculpa que no te especifique el coño exacto del que sale porque para la cosa del coño soy muy mío, de hecho soy muy mío para muchas cosas, por ejemplo para darle tonos colorados o sensuales no me veo preparado por falta de práctica y/o abandono progresivo de actividades en ese sentido ( y en otros sentidos), que la cosa del sentir es muy especial, que a veces lloras por un aleteo de ruiseñores y otras no te conmueve ni la muerte de un amor ( déjalo ahí), que, mira, como quien regresa de una enfermedad o un olvido recién comienzo a hilvanar palabras con esfuerzo y borrando tanto, que habían huido las historias y los recuerdos amenazaban con sepultar la realidad, lo que pasa, lo que esta pasando ahora mismito, que a veces uno busca el milagro en los caminos y lo tiene en su jardín (puede darte ejemplos, etcétera) y sin embargo seguir caminando, como quien dice, que (volvamos a ese coño que citas) para lo sensual (en mi caso) hacen falta dos (a veces tres) y esa emoción de miradas y requiebros, colección de gestos y normas, qué calor, que nos quitamos la ropa, no uno al otro, no hay tiempo, cada uno la suya, a manotazos, rompiendo ojales y botones, saltamos al abrazo como enajenados, todo son besos y manos y muslos que se juntan y suspiros y humedad y fluidos y habilidad de dedos y gemidos y nos falta el aire en el pecho y ven y voy y así y así y lengua en su espalda y posturas y jadeo y ahora y...lo siento, no se seguir, te lo dije RJ, hay cosas que se me olvidan, la falta de práctica, que se yo, ay. Besos.

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