sábado, 13 de julio de 2013

Cartas amarillas (4)

"Lacan afirma que la mujer puede tener una satisfacción fálica, satisfacción que es respuesta a la palabra del hombre, de un hombre que le hable según el fantasma fundamental de ella. De ese fantasma, agrega, extrae efecto de amor a veces, de deseo siempre. (texto 80. Despegue de la Escuela)"



Phil Stern

Pero no es de esto de lo que quería hablar ahora que ella regresa con tanto trabajo en la cartera, con el regusto de A, con proyectos, con la realidad del baño por reparar, ordenar la casa, el jardín, la semana, J, ella, todo lo que se ha movido y no sabe dónde colocarlo, faltan repisas, cajones, tiempo, ganas de dejar cada cosa en su sitio, volver a lo conocido, a lo que servía, a los usos, de aquella manera era, de aquella manera y era lo correcto, pasaba el tiempo con fuste, pasaba pero no, qué bien que nos encontramos, un designio, qué bien que estábamos buscando, no hubo azar, qué suerte de memoria, qué fortuna de piel removida, de sentimientos flotando como continentes nuevos, envolviéndonos, qué deseo de tumbarme a su lado y escuchar sus ruidos de dentro, el fragor del combate que se libra en su cabeza, su respiración serena, el corazón que se agita a veces, tocar sus caderas con mis labios que la beben, que la absorben y ansían, meter mis manos en su arroyo y dejarme llevar por la corriente, saltar dentro de ella y saberla, subir los escalones, uno a uno hasta ella, hasta ella, ahí dentro, tan recóndita, tan imposible, tan cercana, tan transparente, tan lejana, tan dulce, tan perdida en conocer más, en reconocer, en ser la que era, la que puede ser, con miedo por J, ¿a perderlo?, ¿a perderse?, ¿a no saber encontrar el camino de regreso?, ¿dónde está?, ¿dónde estoy yo ahora?, ¿dónde estamos?, ¿por qué país de sueños erramos, chocando con nosotros mismos? coleccionamos respuestas cada día, como hojas secas en el Campo Volantín, como hojas muertas que se lleva el viento y después de este verano solo quedará el invierno y este afán de tomar sus manos y mirarla, de verla desde atrás y sorprenderme de un sentimiento creciendo sin cesar, levantando muros de un territorio nuevo donde moramos ella y yo, nadie lo sabe, con la llave colgada de un clavo tras la puerta, nadie sabe que hay en esa mirada que mira sin ver, de esa sonrisa pensando en Babia, o en ella, en el último día, cada vez más espaciado, más lejano, más y más, ella en el hospital, su dolor, el mío paseando hasta olvidarme, ella alejándose, ella volviendo y reteniéndome, nuestras llamadas, nuestro hambre, nuestro miedo, nuestra historia brillando, las semanas pasando tan rápido, el amor sentado en la ventana, la vida pasando tan sin remedio, esta tarde cualquiera en la que vuela mientras escribo y pienso y desearía estar en el aeropuerto, esperando, recibiéndola, pero somos lo que somos y horas robadas al reloj, a la comida, al ajetreo de tantas cosas por hacer, excepto calmar el deseo aposentado en el centro de los días, dándoles sentido, brillo, imaginación, fuerza, deseo, norte, locura, miedo, pasión, una estrella. Vuelve ahora, sí, y no se ha sido, está aquí y la alegría, el dolor, mis aguas removidas, este ser y no ser, mi convicción de que esta forma de vivir es la única posible y esperar, guardar cada latido como el único, esperar, sentir, amar, gozar tanto de su ausencia como de su presencia, saber, saberme, etcétera.


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