El final del camino.
En tierras de la vieja Hispania antes que llegue la noche, Décimo Junio Brutio ordena a sus soldados encender hogueras sobre el acantilado para avisar de las puntiagudas rocas a las naves que viajan sobre olas, entre ballenas, allá en los confines de la tierra conocida.
Sobre el Promontorio Sacro mira al inmenso mar. El sol desaparece más allá de las aguas, incendia el horizonte, crepita el océano y el tribuno sabe que ahí finaliza el mundo. Erige un monumento de piedra que apunta al cielo. Ordena sacrificios a los dioses. Sin saberlo inaugura un camino, su final, Finisterre es el final del camino.
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