El tango de la vuelta
Los libros de Cortázar
El tango de la vuelta
El martes 14 de febrero de 1984 se enterraba en París, en el cementerio de Montparnasse, a Julio Cortázar. Al día siguiente, según figura en el colofón, se terminaba de imprimir en Bruselas La Puñalada/El tango de la vuelta, un curioso libro del pintor holandés Pat Andrea y del propio Cortázar, cuya pista se perdió a partir de ese momento entre Europa y América, y del que 17 años más tarde se recuperarían 240 ejemplares.
La historia comenzó en Argentina, en marzo de 1975. Pat Andrea es un joven pintor holandés que llega a Buenos Aires justo el día después del golpe militar del general Videla. Allí vivió los ocho primeros meses de la dictadura, marcados por la conmoción del golpe de Estado y la feroz represión que se desató. En 1979, ya de vuelta en Europa y casi en estado de trance, trabaja en una serie de 34 dibujos que tienen como hilo argumental la sangre y los cuchillos, siempre clavados a traición, por la espalda.
Cuando Elisabeth Franck, una galerista belga, vio los dibujos, propuso a Andrea que buscara a alguien que le firmara un prólogo, con idea de editar un libro. Andrea acudió a ver a Julio Cortázar, con quien quedó para ver los dibujos en un pequeño cuarto que el artista tenía entonces alquilado cerca de la Place Pigalle, en París. «Recuerdo que me pareció un tipo enorme, cuando entró tuvo que agacharse para no darse en la cabeza con la puerta. Estaba claro que era mucho mayor que yo, pero sin embargo mostraba una extraña apariencia juvenil, iba vestido con una parka, de manera muy informal. Vio los dibujos despacio, y le encantaron».
Cortázar acepta hacer un texto para el libro, pero anuncia a Andrea que no será ni un prólogo, ni una presentación, sino un cuento que le entregó cinco meses más tarde, y que se titulaba El tango de la vuelta. El texto, traducido al holandés y al francés, se publicó en sendas ediciones de 400 ejemplares, en 1982. Fue entonces cuando la editora se planteó publicar también el libro en inglés y en español que debieron imprimirse en los años siguientes, ya que a Pat Andrea le llegaron los ejemplares «de autor» que justificaban la tirada. Lo cierto es que hay un momento a partir del cual los hechos empiezan a difuminarse; Elizabeth Franck sufre una profunda crisis de la que no conseguirá recuperarse. Abandona la galería, cambia de domicilio, y desaparece durante largas temporadas.
Tras la muerte de Franck, los libros, que nunca llegaron de hecho a distribuirse, desaparecieron definitivamente más allá de algunos ejemplares que aparecieron en la galería y que se distribuyeron en librerías y mercados de ocasión. Nadie en los siguientes quince años volvió a tener noticias del libro.
En la edición del año 2000 de ARCO, la galerista madrileña Eugenia Niño tiene una conversación con Celia Birgagher, directora de una revista de arte, quien le habla de unas cajas de libros que guardaba en Miami, y que Elisabeth le había confiado en depósito diez años atrás. La galerista española, que sabía de la existencia del libro por Pat Andrea, decidió hacerse cargo de ellos.
Los libros llegaron a Madrid en julio de ese año, en seis cajas de cartón, algunos, los menos, dañados y con marcas de humedad. En total, se salvaron 240 ejemplares. Nadie sabe cuántos se editaron, ni dónde está el resto. Todo parece indicar que Elisabeth Franck envió al menos una parte de la edición a Florida para distribuirlos desde allí. Al desentenderse de sus negocios, los libros quedaron definitivamente olvidados.
0 comments :
Publicar un comentario