Cartas al molino de viento.
Nos hiere la distancia y el remordimiento.
Es posible que tengas razón en todos tus pensamientos, planteamientos, acciones, abstenciones, formas de pensar, actuar o quedarte quieta.
Rompo las promesas y las lágrimas.
Nos duele el cálculo y la niebla.
Es también posible que lo que tú eras, más lo que la vida te ha ido trayendo haya hecho la que eres, una incógnita.
Hago juramentos sobre la sangre y la duda.
Respeto que seas como quieras ser.
Estoy prisionero en el ardor.
Respeto absolutamente todo.
Me busco en el silencio y la abstinencia.
Dices que estoy equivocado, que estoy lleno de palabras, que no te convengo, seguro que es cierto.
Aprendo el contraste entre la risa y los versos plañideros.
Es cierto, lo es, que soy un hombre soñador, ingenuo, cándido, crédulo, que no se cansa de cometer errores, que confía en lo imposible y que no escarmentará nunca.
Nado en la penumbra de los libros muertos.
Pero, con todo, con todo, esperaba de ti algo más cálido, más cercano, más humano, una complicidad emocional, no sé.
En fin, somos como somos, tú y yo.
Ni mejores ni peores, diferentes, antagónicos.
Desato el compromiso y me deslizo en tenues palabras que me invento cuando te invento.
Que duermas bien.
Eso.
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