domingo, 25 de mayo de 2008

Tres, dos, uno...cero

Anduve por aquí
Recogiendo al pasar
Cosas que no esperaba
Y no me eran debidas
Ni tuve que pagar con amargas monedas
Que en mi viaje no tenían curso
No podía partir
Sin volver a mirar con gozosa avaricia
Cada preciso diente de lo regalado
Ni mudo y con rencor con el ingrato
Que no confesará jamás un goce
Por el que no ha pagado.

(Tomás Segovia)




¿Qué sabe nadie?. Hay días tristes como unicornios tristes, como agujeros, que miras dentro y salen cigarras y calendarios de años grises, una sonrisa rota, una mirada que naufragó en una borrachera. De acuerdo, están los otros, todos con los que hablamos, pero no son, o no saben, o no quieren y estos matices invalidan su importancia, los anulan al no poder compartir personalmente la experiencia, vivir cada día la angustiosa tarea de lograr un sitio a golpes de lo cotidiano, esparciendo cariño, sentido común, ternura y miedo, acarreando todas las historias, las de antes, las de ahora.

La soledad, cuchillo afilado, atroz hacha de verdugo que desgarra la alegría, que nos hace recorrer perfiles para no entrar de lleno en un dilema que nos obliga a tomar partido, a inclinarse aquí o allá, aceptar ese brazo, la necesidad. Apuntar, sugerir, esbozar, descorrer levemente el borde de tantas cortinas que ocultan mundos. Eso o caminar por calles oscuras, tapiar las puertas, pintar de negro las ventanas, cerrar los ojos a la luz que se derrama un lunes.

La ausencia como opción, como imposición circunstancial. Prueba y disciplina, cuerda tensa que vibra en el viento de marzo imponiendo la alternativa de concretar, definir, acumular preguntas sin respuestas, coleccionar angustias que crecen en cada negativa como flores bellas de fétido olor. También morderse los labios, agujerear la absurda sensibilidad, especializarse en monosílabos, en inclinar la cabeza, en máscaras, en colecciones de muecas y risas en escala. Esconder, de propio intento, piezas del centro del tablero. Borrar las señales de las confluencias. Alterar las rayas y colores de los mapas. Arrancar la última página de todos los libros. Llamar verde al gris y bueno a la nada. Repintar los juguetes rotos. Inventar nuevas reglas que cambien cada día. De ahí llegar a la vibración, a la inquietud, a la mañana llena de llamadas mudas.

Y la duda, saltamontes verde, ¿qué tiene que ver esto conmigo? Colecciono ficciones y realidades para calmar las esperas, como vehículo, como principio. Estoy perdiendo memoria, se me caen las palabras de los bolsillos, de los estantes, cada semana mi vocabulario tiene más casilleros vacíos.

¿Una actitud o una consecuencia? Me obsesiono, elijo entre el cansancio, la tristeza, el desconsuelo, la desilusión, la derrota, la desesperanza o quizás solamente el aburrimiento por no encontrar la puerta tras la que se oculta el origen del misterio. Tanta suciedad, tantas tinieblas alrededor deben tener, por fuerza, un contrapunto de luz, un principio absolutamente claro. ¿Dónde encontrarlo?

No me sirve que en una ventanilla me sellen las pólizas diciendo - Tienes esto y lo otro, ¿qué más quieres?, debes ser feliz-. Y sí, puedo serlo, pero ¿solo eso?, feliz ¿desde dónde? ¿Hasta cuándo? ¿Porque tengo, porque amo, porque comprendo? O, por el contrario, infeliz desde cuándo y porqué ¿Porque no tengo, porque no amo, porque no comprendo?

No está ahí, no está ahí, pero, ¿cómo saltar las definiciones, las normas, como entrar a ese país desconocido que nos dé la paz?

Y, al anochecer, de la mano de algún dios aún no dormido volver caminando a casa.


12 comments :

Magnolio dijo...

A lo mejor todos sabemos que no hay descafeinado que valga en lugar de, pero el otro sube la tensión y las arterias no están para disgustos y también que la ausencia es una imposición a cambio de seguridades que no aseguran nada, pero mitigan soledades y demas conjugaciones de la palabra miedo..

Sí, a lo mejor, todos nos preguntamos por ese país y a falta de manos, asimos boligrafos, cigarros, libros, teclas o copas. Con tal de no volver solos a casa.

Buenos días.

Pedro M. Martínez dijo...

Bello Magnolio en la mitad del jardín de mi vida, hay comentarios –como este- que iluminan más que el sol de este domingo, que dejan faroles en las esquinas para cuando llegue la noche, que abren ventanas que permiten escuchar cantos y llantos, que pintan una raya verde a lo largo de las horas hasta el lunes.
Suspiro y me voy a correr por esta mañana de ocio.
Pero antes te beso con tanta ternura como soy capaz.

navegar.es.preciso dijo...

No sé, yo me pregunto por qué descafeinado o pleno. A falta de ninguna respuesta me vuelvo a preguntar y si mezclamos el té con el café o con el chocolate o...
Difícil lo del color, no???

Pedro M. Martínez dijo...

navegar.es.preciso, no, blanco.

Naty dijo...

Todas esas preguntas y respuestas me parecen sumamente conocidas (un conteo regresivo que es música conocida para mis oidos)... Un fantasma que me lleva siempre de vuelta a casa... Un placer re-leerte, saluditos y feliz semana :)

gaia07 dijo...

¿Y si no hay misterio? Y si solo somos energía, y nuestra capacidad de pensar tan solo es una mutación extraña del sistema
¿Y si la luz somos nosotros, provocando oscuridad fuera de nosotros mismos?
Gocemos pues de lo que nos han regalado. Hoy te abrazo.

Pedro M. Martínez dijo...

Gracias Naty, por volver, o re-volver, por tus buenos deseos, también.
Mis saludos.

Pedro M. Martínez dijo...

Estoy gozando gaia07, de tanto como me han regalado.
Aunque hoy fue un domingo un tanto…
Va, te abrazo.

mirada dijo...

Justito así me siento...
Pero sin por qués en mi cabeza, ni por qué no... ni por qué si...
Tan sólo ..¿cómo...? ¿cómo?

Te quiero mucho pequerrecho.

Carmen dijo...

Por aquí paso, cada día.
Espero a ese momento azul que cada día me regalo. No tiene hora concreta. No podría decir cuanto dura. Me acomodo. Me relajo. Me siento como en casa.
Y la soledad es menos cruel. Arropada con palabras ajenas, hace menos frío por el pasillo hacia la cama.

Pedro M. Martínez dijo...

Mirada, ya somos dos.
Yo también te quiero, bella.

Pedro M. Martínez dijo...

Carmen, me alegro que este modesto rincón sirva para arroparte.
Un beso.

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