La Ría.
Se desliza la Ría con un mecanismo roto y agua sucia, hay una arrugada sábana blanca en el muelle, hay estupor.
Ella no quiso vestirse de resignación.
Aún suenan las campanas.
Firmamos la alianza con las incógnitas, conciliamos los pulsos, dejamos señales en el noray exacto, flores, números que suman, miel y frutas rojas.
Nadie nos habló de esa escalera hacia un territorio oscuro, nadie nos advirtió del húmedo presagio, del rictus, del instinto quebrado, de la fragilidad de la belleza.
Preservamos la intimidad de la madera, la mirada al cielo, la sombra alargada del invierno que viene, la rabia.
¿Quién puede comprender algo así?
Anochece y en la Ría la pleamar está llegando a la marca de los ahogados.
Ella no quiso vestirse de resignación.
Aún suenan las campanas.
Firmamos la alianza con las incógnitas, conciliamos los pulsos, dejamos señales en el noray exacto, flores, números que suman, miel y frutas rojas.
Nadie nos habló de esa escalera hacia un territorio oscuro, nadie nos advirtió del húmedo presagio, del rictus, del instinto quebrado, de la fragilidad de la belleza.
Preservamos la intimidad de la madera, la mirada al cielo, la sombra alargada del invierno que viene, la rabia.
¿Quién puede comprender algo así?
Anochece y en la Ría la pleamar está llegando a la marca de los ahogados.
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