Los años nuevos.
'Los años nuevos'
Influenciado por el ticket
Sorogoyen me he visto los diez capítulos. Empecé remiso, los problemas millennials,
de esa gente joven (30/40), me pillan lejos, no les entendía demasiado. Poco a
poco un guion milimétrico, pensado en cada frase, la naturalidad, la espontaneidad,
la interpretación sobre todo de Iría del
Río y Francesco Carril además de la del resto de actores, me ha ido atrapando
en una serie en la que no pasa nada y pasa todo (10 años). Los protagonistas hablan
y hablan y de repente hay un momento en cada capítulo, ese toque en el que
sabes que eso te ha ocurrido alguna vez, que te toca, que ese dolor ha sido
tuyo, que tuviste un amigo así, que tus padres eran parecidos, que también tuviste
esa novia o novio, que el amor duele, que con suerte hay un instante en el que
se parte el mundo y sabes que estás perdido. O quizás no te ha pasado nunca y
esto es solo una arriesgada serie de televisión, dirigida con maestría por
Sorogoyen, interpretada de matrícula de honor, con una música de hace dos días (sin
embargo antigua), con una cámara efectiva, tan profesional (ese plano secuencia
del último capítulo), con un sello de artesano de las emociones. Me estoy
dejando llevar, sigo, hay momentos en los que parece que va a pasar algo de
esas series americanas, un crimen, un accidente, yo qué sé, algo efectista pero
no, los actores hablan sin parar, sufren o disfrutan con un estilo de vida que
identificas como verdadero, todo parece real, cotidiano, aburrido, normal,
excitante a veces, verídico. Confieso que quise tener manía a los dos
personajes, primero a ella y luego a él, pero según he ido viendo la serie, me
doy cuenta que no les puedo juzgar, no me pongo de parte de ninguno, les
entiendo, les envidio y les compadezco, sé qué les pasa. Resumen: una arriesgada
apuesta de cine en la que ganamos los espectadores (al menos yo).
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