Caída sobre las partículas elementales.
Sobre eso de las partículas. Espero
no ser demasiado prosaico, ni llegar a la categoría de tonto del culo, una cosa
intermedia entre la ignorancia y las pinceladas en la pared posterior de un
taller de cerámica. Mi Heisenberg no tenía ni idea del principio de
incertidumbre pero tenía un sombrerillo que molaba, ideal para los inviernos.
Mi Walter White/ Heisenberg era químico y me traía recuerdos de cuando (yo)
trabajaba en aquel laboratorio en lo alto de la colina de Recalde (ahora
Rekalde). De bueno pasó a malo y también me recordaba ese momento de la vida en
el que te decides a estar en un lado u otro de la raya sin saber muy bien dónde
quedarte. Ni mi Heisenberg ni yo sabemos medir las posiciones de una partícula,
sobre todo si se mueve tan rápido que al final te da igual porque bastante
tienes con mantener (tú) el equilibrio alterado por diferentes substancias. Me
temo que los escritores a veces están pensando en otras cosas cuando escriben,
algo así como un cerebro dividido, fragmentado, eso de verdad, eso de lo
contrario. Me temo que lo que una/o escribe tiene poco que ver con lo que
entiende otra/o. Me temo que tener como público solo a ti mismo y sentarte en
varios asientos para que parezca que enfrente tienes un público numeroso debe
tender a imposibilitar medir con exactitud la velocidad de esa dichosa
partícula que va de acá para allá y es que así no hay manera. Por cierto,
escogí el lado bueno de la raya, es decir el práctico, el aburrido, pero tengo
el parche y la bandera negra guardados en un cajón por si algún día cambio de
opinión, aunque a estas alturas... Yo qué sé, cada día sé menos de todo, mi
mundo se ha vuelto del revés (soy un ingenuo, pensaba que sí y es que no).
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