Parker bajo su omóplato
Ella inclinó el cuerpo sobre el mío y bajo su piel voló una mariposa. Yo tenía una mano entre sus muslos y con nuestros suspiros apenas pude ver los aleteos. Después, tendidos uno al lado del otro, cansados, hablamos de esto y aquello y se me olvidó.
Fue el viernes siguiente, ella volvía de un viaje a Bruselas y cada noche yo la había anhelado como si no nos quedasen más noches. Le quité la ropa despacio y acaricié su espalda, sus caderas, sus mejillas, me perdí en su mirada distraída. Ven, dijo, y mientras abría las piernas un remolino de mariposas azules giró alrededor de su sexo. Entré en ella como en la noche y sentí los mordiscos de la sospecha mientras nos amábamos. Estaba tan atado al deseo que no pude sino derramarme en dulces espasmos que disolvieron cualquier sensación ajena a nuestro abrazo.
El tiempo ha pasado y me he acostumbrado a las mariposas de la duda, ya han traspasado su piel y giran sobre nuestras cabezas, nos acompañan en nuestras ternuras, se posan en sus nalgas, en mis hombros, en su pelo. Sé que algo me quieren decir pero aún no entiendo su lenguaje, no tengo tiempo, sigo enfrascado en descifrar este amor.
Anoche ella dormía, levanté la sábana y admiré su cuerpo. Justo debajo del omóplato las mariposas formaron con sus alas un rostro serio que me miraba. Distinguí con nitidez a Parker.
Creo que él también me reconoció.
Creo que él también me reconoció.
5 comments :
He aprovechado, Pedro, esta Semana Santa para acabar de pintar el cuarto-despensa de mi casa de Duino. En el techo, un trampantojo que representa el triunfo y gloria de Simeón Estilita subido a su columna de pórfido, desde cuyo capitel extiende los brazos a un Pantocrátor encapsulado en su mandorla flamígera, tal que el halo fulgente de Nuestra Señora de Guadalupe. Unos putis revolotean en torno a sus sandalias y un grifo araña la base de la columna en un vano intento de trepar hasta el santo y devorarlo.
En la pared de la derecha según se entra, una alegoría de la remontada del Río de la Plata por parte de Juan Díaz de Solís, dispuesta en viñetas a la manera de los cómics actuales o de los antiguos retablos callejeros, desde la primera -en que se le ve desembarcando de una carabela- a la última, cociéndose en un perol. En la de la izquierda, dos planos pictóricos separados por una orla de grutescos: arriba, la batalla de Gaugamela y en la de abajo Leónidas en las Termópilas empuñando la jabalina al frente de sus Trescientos. La pena es que, cuando coloque las estanterías metálicas y apile en ellas cajas de cartón, menaje de cocina y latas de conserva..., poco se va a ver de estos frescos que me llevó pintarlos la tarde de ayer y buena parte del día de hoy. Otros entrevéis mariposas hipodérmicas y caretos del promiscuo Parker y os complicáis los coitos y los sueños cosa mala: yo, al currelo meditativo.
Salud.
Una vez que la mariposa de las dudas empieza su aleteo no hay escapataria posible. Las mariposas parecen hermosas, pero son unas criaturas despiadadas, una vez que ponen los huevos en el cerebro de su víctima ya no dejan sitio para nada que no sea el rencor y las dudas...
Werther, que ya decía yo, soy lento pero es lógico, los disfraces del diablo son infinitos ¿Sigues trabajando en prisiones?
Beauséant, es cierto, estoy tan obsesionado que veo la cara de Parker en cada esquina. Eso en primavera, aunque sea tan lluviosa como esta, es un problema. Ayer le quise partir la cara a un señor que se le parecía (a Parker). Menos mal que no era (medía más de metro ochenta y tenía unos brazos poderosos). Hay que tener cuidado con las mariposas. Y con sus huevos. Saludos.
Qué es eso de supuesto funcionario de prisiones, Pedro?
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