Sueños
Elliott Erwitt, 1955
En las calles del aire, aquí donde somos reyes absolutos, tiranos, dueños de las horas inmóviles, se encendió una luz y volaron los vencejos que anidaban bajo los alféizares de nada.
Guardé la voz en los intersticios de lo oscuro, esparcí azafrán por los prados, vacié mis alforjas y volver fue una derrota, un sinsentido, una liberación.
Una mujer en la orilla susurraba no sé qué, sin querer escucharla cerré las puertas del océano y las mareas vivas de marzo hicieron el resto.
Colgué los sueños en la noria de los días y ahí están, cabecean sin atreverse a bajar, inmóviles en su movimiento, intactos, amarillos, míos.
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