En la Eneida (Quantum mutatus ab illo!)
Man with Bottles, Paris, 1938. Fred Stein.
Por primera vez desde hace meses hoy no me han puesto pañales, espero llegar a tiempo y no mearme.
Me ven escribir como ven a Nieves andar arriba y abajo por el pasillo, como a Julián frotarse el pantalón, como a Carmentxu menear la cabeza sin descanso, otra manía, rutina, un tic, escape de lo mismo y sin embargo.
Me siguen la corriente cuando hablo sin cesar de historias inconexas, nombres nuevos que creen me invento, un ayer florido que ni se plantean, que no aceptan.
Me dicen sí o no, me traen papel, bolígrafos, menean la cabeza con suspiros, me cuidan bien, no hay queja, no me leen.
Mis hijos vienen sábado sí, sábado no, me hablan de sus cosas, me traen libros, algunas veces lloran, mis nietos nunca vienen.
Las piernas me responden, puedo andar apoyado en la enfermera, siento el calor de su brazo, su dulce olor, su voz suave, me trata como a un niño, como al viejo que soy.
Pero estoy vivo.
Sigo sintiendo, escribiendo, soy.
Cuán distinto de cómo era.
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En absoluto, además, si así fuera, no dejaría de ser un tic maravilloso. Salvo a ti, no conozco a nadie que lo tenga y menos que lo desarrolles con tanta maestría. La elegancia se demuestra hasta en los andares, tú andas divinamente en letras, como si te subieras a unos stilettos y caminaras en zapatillas. Eso es un arte y tú lo dominas.. Además, lo de los pañales, no es más que un asunto meramente fisiológico..Todos los hemos usado y somos diferentes, siendo los mismos ; ) Un beso!
María, llevas la amabilidad de serie, prendida a tu ser, a tus maneras, como algo natural, como respirar, eres. Te lo agradezco mucho. Estaba aburrido de animarme yo solo, ahora esta esquina se me hace más llevadera. Un beso.
Por lo que veo, de aquello queda bien poco, Pedro. A hombros de mi hijo Eneas hui de Ilión incinerada, sortee los pavores de Escila y de Caribdis, para dejarme morir en la tierra reseca de Drépano, en la pedregosa Trinacria. Pero nunca le faltó a Anquises el sostén solícito del hijo -pese a la insidias de la taimada Dido, protectora anacrónica de la suerte de un Cartago por venir- ni la tierna afección de Ascanio, mi dilecto nieto, que en el surco germinal de Alba Longa enterró la sandalia de unos de mis entumecidos pies y hasta, encomendándome, sacrificó un ternero albino a mis tierna esposa Afrodita, la siempre cautelosa de la iracundia de Zeus imprevisible. De manera que, chismes del inframundo aparte, te he de contar, dilecto Pedro, que pasé mis últimos meses bien atendido de siervas circasianas y aun de coperos capadocios, que no dejaron que se maceraran mis escuálidas nalgas por no ser diligentes en el renuevo de los lienzos humedecidos, ni me faltó una crátera de vino de Samos que echarme al coleto. Pero bien cierto es que Anquises ya no sigue vivo...
Agur.
Ay, Werther, correo de Anquises, de todo queda poco,
Tempus erat quo prima quies mortalibus aegris
incipit et dono diuum gratissima serpit.
In somnis, ecce, ante oculos maestissimus Hector
uisus adesse mihi largosque effundere fletus,
raptatus bigis ut quondam, aterque cruento
puluere perque pedes traiectus lora tumentis.
Ei mihi, qualis erat, quantum mutatus ab illo
Hectore qui redit exuuias indutus Achilli
uel Danaum Phrygios iaculatus puppibus ignis!
Squalentem barbam et concretos sanguine crinis
uulneraque illa gerens, quae circum plurima muros
accepit patrios. Vltro flens ipse uidebar
compellare uirum et maestas expromere uoce.
Es curioso como agur sirve como saludo de despedida o de bienvenida pero yo te recibo con alegría y agradecimiento, bienvenido. Espero que tus escuálidas nalgas, y el resto, sigan perfectamente. Un abrazo, muchas gracias.
Yo te agradezco que seas, Pedro
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