Metro
En el metro, de Bilbao a Plentzia, en Sopelana el vagón se queda medio vacío. Miro
por la ventana, en el asiento de enfrente dos señoras hablando, a lo suyo,
ignorándome, como si estuviesen solas.
“Ese momento del día en el que me tumbo en la
cama en pijama, con mi paquete de
Windsor, un vaso de agua en la mesilla,
sin ganas de dormir, leyendo mi libro. Gloria bendita” (dice una). “Me pasa lo
mismo, cuando después de la oficina entras
por la puerta, te quitas el sujetador,
la casa en silencio.” (dice la otra). “Soledad, dicen, no he vivido mejor en mi
vida” (una). “¿No echas en falta a un hombre después de tantos años?” (otra). “¿En falta?, hace
mucho tiempo que les echo en sobra. Unos controladores.” (una). “¿Y aquel médico de Munguía?” (otra). “Un
pesado, solo quería follar, para follar estoy yo. Todos son iguales” (una).
Una de las señoras se levanta, me mira y dice “¿Qué,
escucha bien? que no se ha perdido sílaba.”
Me pongo colorado y me bajo una estación antes, en Urduliz. Cinco kilómetros andando. Qué señoras.
2 comments :
Hay conversaciones a las que es imposible no prestar atención, ya sea por el tema o por lo alto que hablan. O por las dos cosas.
Besos.
Devoradora de libros estas dos que me he inventado (casi), hablaban alto y sabían que les estaba escuchando (al final me creo lo que escribo). Besos.
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