A jazz jam session takes place at photographer Gjon Mili's studio loft in New York City, 1943.


lunes, 29 de agosto de 2022

Terrés

 



“Emotionally, I wanted to stay. Intellectually, I wanted to leave. As always, I seemed to enjoy punishing myself”, Susan Sontag.


Irse. Abandonar (a pesar de). Abrazar el camino del frío, la soledad del cambio; ese espacio de la Zona Negativa (donde habita la antimateria, o eso afirma Reed Richards) donde nada es, donde no hay calor (ni cobertura sentimental). No hay nada como alejarse un poco (dicen) para curarse de la psicosis de la proximidad, de la que todos estamos atacados. Hay que alejarse para aprender —a pesar de todo— a conservar, a perfeccionar, a tolerar.


Tiene razón Pla: todo movimiento produce dolor. El dolor de esta embajada más allá de la zona de confort en busca de una mecha, del fuego que ilumine este mármol; “Porque amas lo que se enciende”. El calambre, la angustia de las cosas que aún no han sido, que puede —no sean.


Quedarse. Pelear. Los héroes (dicen) lo son porque siguen de pie, pese a todo; pese a ellos (nosotros) mismos. Seguir cuando no ves rastro de las razones, cuando ya no las hay (¿volverán?). Defender —Luis García Montero— “las noches en mi casa, los barcos sin bandera y los inviernos con sol”. Poner en duda una vez más esa certeza que nos negamos (y van…) que no podemos acatar: que estamos solos.


No tirar la toalla, hasta el fin, hasta el agotamiento; de cada músculo, fin. Seguir, cuando no hay motivos. Que duela —y a pesar de todo, quedarse.

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Jesús Terrés

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