Parker y los vertederos.
Parker puede dejar lo suyo en una vitrina o en un vertedero, el resultado es el mismo. Camina, para saberlo. Un día caminó tan lejos que se perdió al volver. Es lo que tiene, hay que conocer los límites propios, también los ajenos, los de los otros, por si acaso. Me lo cuenta en una mañana de resaca, ya sabes, anoche esto, anoche lo otro. Las noches son largas si no estás con la persona adecuada, dice, Parker. Quizás tenga razón, tampoco importa demasiado. Hay tantas opiniones, gustos, tendencias, comportamientos, que a veces se siente de otro planeta, de Júpiter por ejemplo, ahí, dando vueltas por un espacio infinito. Muchas veces lo piensa, eso y lo de la eternidad. Se agobia. Como no tiene amigos de verdad no puede comentarlo. Tiene miedo que se rían de ėl. Me llama. Ayer, a las siete de la mañana. “Joder tío, que noche”. Y me cuenta sus mierdas. Él no sabe que después yo las cuento aquí. No es una traición, algún día se lo confesaré, seguro que le encanta. Contaré lo de la rubia. Ni siquiera sabe su nombre. Es una bonita historia con final incierto. No ha terminado, por eso digo lo de incierto. Me llama. A ver qué quiere ahora. Que conste que nunca nos hemos visto en persona. Luego sigo.
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