Amanecer 37
Madrugar, captar el amanecer, sentado frente a la ventana mirando el cielo, que pasa de negro a azul, las montañas de enfrente, el mar alborotado, las gaviotas, escuchar el viento, tomar fotografías, las diferentes tonalidades hasta que irrumpe el sol y entonces ya nada, el todo, demasiada luz, tan elemental, tan lo primero, la A, el sol y yo aquí, fascinado cada mañana, pensando en esto y en aquello. Los Soprano, un plano medio, dos capos de la mafia, Tony y su tío Junior sentados en un sofá miran al frente, Tony pregunta "¿porqué no me quieres?", su tío no responde mientras las lagrimas le brotan en silencio. Voy a Coruña y sonrío al empleado del peaje, "¿cómo va eso?", le pregunto, "bien, muchas gracias, por fin alguien que se ríe, todos pasan con cara de mal humor" responde y sí, parejas sentadas en silencio, familias discutiendo, peregrinos ensimismados y estamos en agosto, qué será en enero. Frente a la lonja del pescado, los bares en semicírculo, todo ese gentío en las terrazas que nunca ha escuchado el "Waft her, angels, through the skies" de Handel y en ese mismo lugar actuación de viernes noche, el cantante local tiene buena voz, junto con su prima, sobre el estrado, canta que cuando muera quiere que le incineren, otro alegre, enfrente no más de una docena de personas temblamos de frío. Imaginación, todos los restaurantes tienen la misma carta, el mismo menú, pocos camareros sonríen. Dos opciones, la playa de Langosteira, plácida, calmada, inmensa; el mar de Fora, salvaje, peligroso, bello. Fiestas en todos los pueblos, cohetes y cohetes que caen al mar después de explotar entre nubes efímeras, barcos de pesca engalanados, con banderas, con fieles que llevan una imagen de la Virgen a tierra y la devuelven a una iglesia en el cerro, una orquesta animando a niños y mayores, fiesta. Una determinación, no olvidar ni por un instante el ahora pero tampoco olvidar lo esencial aunque esté a más de mil kilómetros (así, calculando por lo bajo). Los días van.
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