Ella es el poema.
Pongo las manos sobre la mesa, las palmas hacia abajo, de ellas brotan sonidos repetidos, una aburrida canción de sueños rotos, voces irritantes desde el mostrador donde se acodan los borrachos del pueblo. Tengo una medusa dentro de la cabeza, apenas razono, siento.
Ella no necesita versos ni huecos cantos de pájaros, la voz acaricia cada instante de su disfrute, vivir a su lado es brillar. Generosa, tolera mis juegos de inventar sombras, no se inmuta, me mira desde una torre de optimismo, tolera mis idas y venidas con la distancia de lo más cercano, de lo íntimo. Ajena, sabe, de ese conocimiento fluye lo cotidiano, el aire, el camino que compartimos, la luz.
(Esto no lo había dicho. Construyo aquí un horizonte paralelo del que creo sólo lo increíble. Dibujo el viento y bebo el rocío, camino sobre líneas torcidas y duermo en una esquina de lo irreal. Sueño)
Ella
es el poema.
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