Página vegetal 2
De vagar por sus piernas en el después,
del somnoliento paseo desde los omóplatos a los tobillos, exploración lenta de
su sexo en la penumbra, bostezos y ronroneos, palabras dulces como rosquillas
de anís, ni siquiera sabíamos nuestros nombres, éramos un tú y yo,
onomatopeyas, gruñidos, ay, anónimos amantes, egoísta intercambio de líquidos y
caricias, se daba, le entregaba, nos exigíamos sin otro contrato que desearnos,
ven, ahora, me gusta, así no, sí, otra vez. De ahí, digo, alumbró un
sentimiento mutuo que fue creciendo, lento al principio para después
apresurarse, arrebatarnos y brillar.
Entonces el corazón se entronó y fue un reinado de
Amor.
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