Página vegetal 4
Hoy me han llamado. El cuerpo
inmóvil bajo las blancas sábanas. Un tubo entra por su nariz y conduce una
substancia parda. Los brazos asaetados por vías que le mantienen sedada,
alimentada, con vida, aún. Duerme, su cara indica sufrimiento, es la de una
anciana. El páncreas se ha roto, algo así he entendido a su hijo. ¿Qué sabíamos
entonces de vísceras, del hígado, de los riñones, del estómago? Éramos
habitantes de la epidermis. No puedo hablar, no me sale la voz. Los días han
corrido, atropellándonos, fue fugaz el tiempo de alegría. Me miro al espejo,
soy ese que no entiende nada, que teme, que embarduna el ayer en esta
habitación de hospital mientras un demonio apaga el último rescoldo de la
esperanza.
Ha pasado una vida.
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