Taimado
Venía taimado, con escorpiones
en los bolsillos, alegre, agitando una bufanda de siete colores, desde el
quicio me preguntó.
Le contesté.
Entre tú y yo, ya puestos,
prefiero ser el sultán con un diamante en su turbante, con sus caftanes de seda,
que el eunuco que canta con débil voz al amanecer o el jenízaro que con el arcabuz guarda su
heredad.
Ya puesto, señalo que siempre
estoy atento, avizor, un perro de caza, una lechuza, para saber, para conocer,
para compartir, para jugar, para seguir, para recibir.
Dejar en una pared pública lo
escrito es un desafío. Al que lee. Cada uno lee y entiende lo que quiere. Dejar
abierta la posibilidad de comentar es vanidad. Ante una palabra que no la
irascibilidad es fugaz, inútil, solo puedes enfadarte con quién conoces. Un
anónimo es un problema para él mismo.
Estar aquí cada día,
intentarlo, es un ejercicio interesante e interesado.
La caricia de otras voces es
una delicia.
A veces pienso que para qué todo esto. Luego
lo sé.
Así mismo se lo dije.
No entendió nada.
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