MDLS16
Lee Remick
Metonimia de la sospecha
que se transforma en lucidez, lucha de Ceres y Venus, la colección de
mascarones de Neruda en la playa Negra, aromas de tabaco verde, percepción de relojes que atrasan, las seis, las cinco y cuarto, luego las cuatro y
media, luego las dos, horas de luto, ansia de larga duración, la idea constante
de la mujer en una baño luminoso y vacío, barrera superada de encajes de
Bruselas y corchetes, el agua deslizándose
por su pelo, por su rostro, por su pecho, acariciando su sexo, ojos en las
rendijas, observando, las enredaderas del deseo aprisionando sus piernas detrás
de los biombos, las grietas de las paredes filtraban el sonido de un
clavicordio, rubor en su oscuridad de mirón, flores rojas de Pascua sobre la
mesa, perfumes de lavanda, de vetiver, el vaho de la ducha envolviendo el
desconcierto por la piel desnuda, curiosidad adolescente, alivio compulsivo,
sensación de culpa, de soledad, búsqueda del abrazo desatado, entrar en esa
estancia de amor, miriñaques blancos, cintas de amaranto, largas faldas con
botones de damasco en la cintura, flores de terciopelo rojo en los muslos,
camisas con encajes, el fulgor de otra mirada, enfrente, alguien más miraba, un
rival, un enemigo, quizás un criado, un noble, un hombre emboscado, el pequeño
cuchillo imaginado en la mano, celos de niño malcriado, absurda propiedad
de nada, código de un honor inexistente,
tribunal sin jueces ni testigos, guirigay de sentimientos nuevos,
descubrimiento de la dependencia de otro cuerpo, ser guerrero siendo mozo,
luchar sin batalla declarada, ser enemigo antes de buscar alianzas, rendirse a
la hermosura de una hembra desconocida, besos al mármol del baño, al aire,
frustración del regreso a los estudios, a los deberes de muchacho aplicado,-¿qué
haces aquí?¿me espías?- y
la hermosa mujer pasa a su lado envuelta en toallas blancas, el pelo en un
moño, los pies mojando las zapatillas bordadas en falso oro, un mohín de
desprecio, orgullosa y cruel deja deslizarse levemente un dedo por el escote,
el contoneo de las caderas ocultas por el tejido rizado provoca un incendio en
las mejillas del joven que corre ya por los pasillos, avergonzado, vencido, no
sabe que la guerra en su cuerpo no ha hecho sino empezar//
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