Tres pastillas
Muscle Man in his Dressing Room with Trophy, Brooklyn, NY, Photo by Diane Arbus, 1962
El
día pasó como pasan estos días, lento, marchito, atribulado, taciturno,
estéril, etcétera.
Por
la noche tiene un sueño breve hasta que las ortigas del insomnio trepan y se
adueñan de la verja que separa el jardín onírico de rosas y agua fresca del
fango que cubre el miedo al presente, al pasado, al futuro, a todo lo que
conoce y desconoce. Una sensación de angustia hace que de vueltas en la cama,
las sábanas se enrollan en su cuerpo sudoroso a pesar del frío de la madrugada.
Son tiempos desolados, pánico y arena, incertidumbre.
Le duele la noche que amenaza.
Luego
se queda en un duermevela inquieto hasta que suena el despertador. Se levanta y
arrastrando las zapatillas llega hasta el espejo de plata sucia. Ese es él y ha
llegado el tiempo de ponerse la careta sobre la carne vacía, de agotar el
desasosiego, el quebradizo sentido de vivir así.
Al
ajustarse la corbata todo cambia. Con el café se toma las tres pastillas, dos
blancas y una azul. Enciende el teléfono y tiene ya cinco llamadas perdidas, el
aviso de varias citas esa mañana, ha quedado para comer con Julia y discutir lo
de la partición del piso. En el ascensor está silbando, Sale sonriendo por el
portal. Otro día.
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