Una leve historia (3)
Fueron varias semanas de citas clandestinas. En cada encuentro la relación de nuestros cuerpos era más atrevida, más extrema. Un día le sugerí que esperase en la habitación a oscuras, vestida solo con unos zapatos negros de largo tacón. Quizás lo había visto en alguna película. En un rincón se consumía una vela olorosa, las sombras flotaban en su rostro como un pájaro de vuelo desmedido. Fue un momento, me sentí como un animal que aúlla, creo que mordí su cuello delicado, que arañé su blanca espalda. Al terminar me dijo que ese era el último día. Me fui arrastrando los pies, sin mirar atrás, en silencio.
La esperanza plegó sus alas y nadé entre los lirios, los insectos y mi terapeuta, jadeé boca arriba en camas ajenas y perdí la noción de la ida o la vuelta. La luna me miraba, perfumaba las noches disfrazadas. Untaba miel en las articulaciones y mi casa, mi vida quedó suspendida en una espera sentada en el cruce de caminos, los raíles mohosos, la estación clausurada.
¿Sueña con serpientes?
Sí.
¿Volvió alguna vez?
No.
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